“Voy a comprarme el Playstation 4 con el Modern Warfare para tener algo en que entretener a los niños los fines de semana. Ya están grandecitos y hay que ponerlos a hacer algo; si no, agarran calle y allí solo mañas aprenden.
Pero para poder jugarlo, no puedo hacerlo en la tele viejita que tenemos, así que mejor compro la Samsung de pantalla plana, inteligente y que ya trae 3D, así jugamos como se debe; además, así miramos mejor Combate y a las modelos que están buenas. Ni qué te digo, imagínate ver allí los partidos de la Champions…
La tele ya es ‘inteligente’ y para aprovecharla voy a comprar el Tigo Star o el Casa Claro para ponerle Internet a la televisión y así poder ver por el Crackle todas las películas y verlas de ahuevo, no chafa, como se miran cuando son piratas. Además, las podés guardar en la tele porque ya graba todo, mano.
Para eso hay que comprarle un disco duro externo y el chavo de la tienda me dijo que con uno de 5 Teras alcanza de maravilla, y así voy a grabar todo en alta definición para poder verlas después; adiós al disquerío de licas chafas.
La tele viejita se las doy a los patojos, en su mueble y para que quepa, sacaré la librera y aprovecho el siete de diciembre en la quema del diablo, a prenderle fuego al librerío ese, total, ni se lee en la casa.
La nena fijo se pone celosa, pero ya tengo su regalo, le voy a regalar un iPad que me dieron con la tarjeta de crédito que me ofrecieron por teléfono, ya la estrené y saqué dos iPhones 6, uno para mí y otro para la novia. Mi mujer que se aguante con el Blackberry.
Lo bueno es que la tarjeta aguanta con todo y, ni modo, se compra y ya luego se mira qué se hace. Me cayó de maravilla porque las otras tres las tengo topadas y ya hice convenio de pago, aunque la nueva tarjeta dice que unifique deuda con ellos y así hago un solo pago. Yo creo que me animo porque a mí, las penas se me pasan comprando”.
Conversación escuchada el sábado por la noche en un bar. El hombre tendría alrededor de 30 años y charlaba con su amigo. Antes de irme, pidieron una botella de whisky etiqueta negra, una reluciente tarjeta con los números brillantes fue aceptada en la caja del antro. El hombre estaba radiante y usaba el uniforme de un banco del sistema).
martes, 25 de noviembre de 2014
lunes, 24 de noviembre de 2014
EL NUEVO INQUILINO
Estos ruidos nuevos
Las paredes como la vida en blanco
El rumor de la refrigeradora habla en un
idioma que no conozco
Es el arameo de las máquinas
Rezando las horas divinas
Acá no tengo sol ni ventanas al exterior
Pero sí agua
Mi nuevo apartamento es una bola de
cristal de la lluvia
Llueve y se inunda todo
Una vez tuve una mascota amorosa
Todo ladrido me recuerda a ella para
siempre
Un perro aúlla desconsolado traduciendo
esto
Es el arameo de los corazones rotos
Alguien arrastra muebles en el segundo
piso
Alguien que no existe arrastra algo en el
piso vacío
Es una campana sin badajo
Ecos escurren de voces cuánticas
Los ruidos deshabitados
Han de ser mis cadenas
Que cual perros
Trato de dejar perdidas en cualquier lado
Y encuentran el camino de vuelta
A lamerme las heridas
Sin sanarlasmartes, 18 de noviembre de 2014
ESCOJAN SU BANDO
Hay días preciosos en que uno se enamora de la vida y piensa que todo va a estar bien, que el país se encamina a rumbos menos oscuros y que algo empieza a brillar en las altas esferas jurídicas y políticas. Que el periodismo, ese que se imagina uno cuando entra a la facultad, puede existir.
Pero no. La semana pasada me hizo recordar que esa idea, es eso nada más. No pasa por las fronteras de lo posible una Guatemala que pueda levantar la cabeza. Pareciera que la esperanza está retenida en aduanas de la portuaria y el trámite para sacarla es ese engorroso proceso burocrático de mordidas, papeleo y compadrazgo.
Le negaron el antejuicio al diputado Gudy Rivera, luego de tener pruebas del delito de tráfico de influencias, esfumándose así –nuevamente – la posibilidad de poder llevar a juicio a uno de esos personajes nefastos de la vida política de este terruño, y sentar así un precedente histórico. Pero no, se devela que jueces y magistrados son títeres y de honorables, nada. Asco. Con clarísimas excepciones, definitivamente.
A inicios de la semana, la columna de opinión de Martín Banús, donde de manera peyorativa se dirigía a la población indígena de Guatemala, le termina de botar el repello a la maquillada y políticamente correcta fachada de sociedad que aparentamos ser.
El pensamiento racista y discriminatorio (producto de la ignorancia) está en la programación social y hay que luchar con dientes y uñas para borrarlo de una vez por todas. Es tarea de los colegios y universidades privadas, que es donde más se reproduce y perpetúa el ciclo de machucar la dignidad del otro.
Cuando nuestros niños no miren al otro con temor, entenderán los puntos de convergencia y las soluciones serán muchas, miles, a problemas estructurales. Educadores: es tarea de ustedes romper con esa brecha entre urbe y campo. Y no me refiero a los maestros, que conozco muchos entregados a esa digna tarea, me refiero a los dueños de los establecimientos, a los empresarios (algunos avorazados poco éticos) en que estamos delegando la educación del futuro de nuestro país.
El examen de conciencia y repaso de los errores y horrores del conflicto armado es la solución a ello para romper. No le fue tan mal a Japón ni a Alemania, mírenlo de esa manera, yo por eso no le creo la falsa promesa del supremo líder rojo populista que nos llevará al Mundial. No, nos llevará el trabajo de la nación, no un monigote.
Repasar y asumir los errores de ambos bandos, acabará con los Martínbanuses y el resto de apologistas del sistema racista y de castas en que vivimos, y que se beneficia del erario público a costa de chuparle la sangre a los que les cargamos. Son especie en extinción y cada vez menos, ¡ojalá!
A todos ustedes, los políticos enraizados al poder, ministros de sí mismos, empresarios vende patrias, mamando de las arcas nacionales. Me asquean. Todos ustedes no son este país. Son la enfermedad y como tal, hay que erradicarla por salud de todos los que esperamos hacer algo de la Guatemala en que vivimos.
Y no soy socialista, ni comunista, ni libertario, ni populista, ni popular, ni liberal. Soy un ciudadano que se da cuenta de las cosas y que me enojo cuando el estado (los políticos de turno) veda ese acceso a la justicia, a la salud, de libertad de empresa, de opresión a las iniciativas.
Ser político en este país es la única carretera en buen estado para el enriquecimiento rápido - ilícito. Esa premisa, nos hace ver lo mal encaminados que vamos.
Escojan su bando, funcionarios. Eso sí, recuerden que la historia nos ha enseñado que su calaña, esa lacra de gente a la que pertenecen, lleva las de perder.
lunes, 17 de noviembre de 2014
INTERSTELLAR
Paolo Sorrentino filmó La Gran Belleza, una película que se levanta sobre los hombros de Federico Fellini y es un largo homenaje a este cineasta, un homenaje fabuloso, mágico, perfecto que nos transpola la Roma de 1972 con la Roma contemporánea. Una historia magnífica y filosófica. No roba a Fellini, le agradece.
Podría decir que algo así es Interstellar de Christopher Nolan, un homenaje a la gran ciencia ficción, al cine de ciencia, a los guiones labrados entre fórmulas y astrofísica. El otro hermano Nolan, Jonathan, apuntala junto a Christopher una historia sólida como solo los grandes pueden hacerlo.
No oculta la obvia referencia a 2001: Una Odisea en el Espacio, de Stanley Kubrick, ni al guión escrito por Arthur C. Clarke. Los Nolan hicieron bien la tarea y se asesoraron del astrofísico Kip Thorne, un especialista en relatividad, un heredero de Einstein. Por razones obvias y de entendimiento general, se obviaron ciertos detalles de física dura como explicar el asunto del tiempo y la gravedad, que si bien nuestro entendimiento de ciudadanos de a pie lo simplificamos para no hacernos bolas, ya en ecuaciones, es un camote distinto.
Aunque las teorías astrofísicas ya han caminado algunos metros más allá de la simple E=mc2 (algunos dirán que no es simple, sino todo lo contrario, pero bueno, todo es relativo); acá se centran en ella como caballo de batalla dejando fuera la teoría de cuerdas que complementa tan bien el rollo. Pero esto es discusión de bar.
Este filme quiere ser “la” película que marque a las generaciones como lo hizo 2001 en la década de 1970, Blade Runner en la de 1980, Contacto en la de 1990. Alrededor de esos hitos se levantan las Star Wars, las Star Trek, inclusive la familia de cine de cómic tan igual toda. Menos Watchmen, que es una obra de arte por sí misma.
El componente filosófico de Interstellar es una conciliación entre materia y espíritu; es decir, nos lleva a la frontera agnóstica. El amor logra solucionar ecuaciones y viceversa. No molesta, está bien diluido y la trama sucede más allá de la simple y raquítica relación de pareja, acá el futuro de la especie nos manda y es un amor distinto que muchas veces se olvida.
El filme me terminó de ganar al mezclar instantes de acción, determinantes, de ciego heroísmo con la literatura. El poema Do not go gentle into that good night, de Dylan Thomas recitado por Michael Caine, suena tan bien que eriza la piel.
Le recomiendo que vaya a verla, un cine de Hollywood distinto, tanto que se le achaca que siempre es igual, pues aproveche. Entienda eso sí, son tres horas donde no hay música pop, escenas de amor eterno y sufrido, explosiones efectistas. Encontrará en Interstellar una historia apoyada en la ciencia, que traspasará generaciones. Un poema visual, categoría que sólo el buen cine alcanza.
martes, 4 de noviembre de 2014
MALDITAS CANCIONES DE NAVIDAD
Sí, la Navidad es la época más linda del año, sin duda. A pesar del tráfico, de las muchedumbres aperchadas en las vitrinas como ñus frente al río Grumeti esperando pasar la barrera de la compra, y consumar la migración a la engañosa patria del consumismo. Esa sabana placentera donde adquirir productos y servicios es echarse una soga al cuello mientras suena Sinatra de fondo.
Pero Frank, el ojiazul, era
mafioso, un delincuente de cuello blanco que tenía a su cargo la familia de
Chicago, un papa negro, un fantasma que deambulaba entre la farándula, la
política y el crímen. Cantaba como los dioses, era la voz del Olimpo y se le
permitía todo. Incluso arrullarnos en esta época de villancicos, con su tono
profundo y el porte, ese deico porte que obligaba a todos a hacer lo que él
quisiera.
Talvez por eso lo
contrataron para cantar canciones de Navidad, porque motivaba a la tradición de
la familia norteamericana y hacía olvidar que también los gringos, basan sus
tradiciones en el crimen. Y como acá copiamos y pegamos lo que nos dicte la
televisión por cable, principalmente las agencias de publicidad que explotan el
arribismo y así promueven lentamente el malinchismo, henos acá copiando la
nieve hecha de jabón para nuestra Nochebuena tropical. Let it snow, let itsnow, let it snow.
La diatriba contra esto, está obsoleta. Es una
lucha perdida y ya no me empeño en esos detalles y me dejo llevar con los otros
de mi especie, cegado de bombitas navideñas y el cerebro tupido de gingles facilones y repetitivos. Hay que ser sensato
y saber cuando uno ha perdido, y esa pérdida inicia cuando se es padre de un
niño pequeño que quiere el paquete premium,
¿y qué hace uno sino ser un alcahuete y dárselo a manos llenas?
Tomando en cuenta el cargo de conciencia de no
vivir con él y ser un papá de fin de semana. Mi cachorro ya es un adolescente y
caí en cuenta de ello cuando le pregunté sobre sus regalos de Navidad y no
saltó inmediatamente con el listado de productos de moda. Me dijo que no sabía.
"¿No lo has pensado?", le espeté. “No, no sé lo que quiero”.
Listo. Es un adolescente simplón. En esas edades no
se sabe nada del mundo, no se quiere nada del mundo, no hay la menor idea de
quién es uno, qué se antoja, hacia donde va. Ya sé, ya sé, ya sé, me podrán
decir que cómo oso decir tales cosas de mi heredero cuando yo mismo padezco los
mismos síntomas. Pero yo me excuso porque me asumo un enfermo de literatura y a
ella le hecho la culpa de mis males mentales.
Me puse a repasar las Navidades pasadas de mi
pequeño que ya se acerca al 1.80, a cinco centímetros de mí y nos quedan las
canciones de Navidad. Puedo verlo de niño flaco haciendo cola para tomarse la
foto con el Santa Clós de imitación (yo soy el verdadero) en el centro
comercial y Rudolph the Rednose Raindeer me recordaba cuando conocí los
renos en Minnesota y no eran unos pinches venados maricas, al contrario, eran
animales cabrones y apestosos. Cuando le dispararon y comí su carne era ácida y
dura y no sentí el menor cargo de conciencia. La asaron en una parrilla
eléctrica y eso le mataba el sabor, yo necesitaba y añoraba el olor del carbón
y el ocote del fuego nacional, pero estaba metido en un maldito y lejano
campamento de Eagle Scouts en las planicies de Minnesota, cerca del Canadá.
Por eso nunca quise que mi hijo mirara Bambi, porque
no me agrada que una bestia salvaje de esas sea antropomorfizada a la ternura
cuando es un sobreviviente. Talvez algún día lleguemos junto a mi hijo a la
patria de la inmigración sueca conocida como Minnesota, donde los árboles
navideños son reales y no de ese bricho de color verde kaibil con que arman en
una espiral ascendente el ¿árbol? de este mall.
Minneapolis es una ciudad que tiene una gemela que
se viste de traje empresarial: Saint Paul. Mientras, la primera es dura, turbia
y la gente es rubia. Ricos y pobres. Inclusive las putas que caminan por las
calles con abrigos de poliester que imitan pésimo el pelaje de la chinchilla o
del zorro gris de los urales. Botas largas hasta los muslos y se dejan ver
apenas las medias caladas de la rubia con el pelo mojado por la nieve. Es una
lindura de los excesos, fuma y la adivino triste.
Por eso logré entender esa postal que canta Tom
Waits por estas épocas, la fatídica y dura Christmas Card From a Hooker in Minneapolis. Yo lo vi en la Avenida Hennepin. En esos meses estudiaba en el Anoka High School y viajaba los fines de semana a la ciudad para
ver la Navidad de cerca y lo que recuerdo es a la chica caminando la nieve con
los ojos hundidos de frío y rímel. Escucho la canción y sufro de amor y de
mentira y de esperanza.
Dreaming of a White Christmas me rompe por dentro y deja parado con el cascarón.
De eso hace siete años: frente a la puerta de la casa de la madre de mi pequeño,
mi hijo me urgía pasar las doce con él y que abriéramos juntos sus regalos, yo
tenía que irme porque no era bienvenido y me tocaba un largo viaje a mi casa
donde me esperaba nadie. Bing Crosby, con ese dejo ralón de voz, parecía
recitar la escena con sarcasmo.
La música navideña es un avis rara en el universo
musical. Inclusive en la clásica o de cámara, pero existe en cualquier género: reaggetón (El General y su Jingle Belele),
jazz (Discos de época de Centro Comercial), rock (John Lennos, The War is Over), pop (Mariah Carey, All I want for Christmas is you), bachata (Aventura, Burrito Sabanero), rap (Run DMC, Christmas in Hollis) balada (Luis Aguilé, Ven a mi casa esta Navidad), banda (NorCali, Regalo Especial), rancheras (Vicente Fernández, Mi Nochebuena), texmex (Los Fugitivos, Triste Navidad cortesía del amigo Wiliam Ajanel) y como no, el
soundtrack de las películas características navideñas donde la invariabilidad
de la trama les hace tan osadamente repetitivas. Casi infernales. Hay
inclusive, sub géneros como el disco de Purina de Navidad donde los villancicos se cantaban ladrando.
Recuerdo haber visto El día de la marmota y la
angustia de la gente alegre y la inmensa felicidad de un pueblo, mientras la
psicosis de Bill Murray nos contagiaba a todos los espectadores con esa risa
nerviosa al ser testigos del deterioro mental de una persona cuerda en medio de
la locura. Así vivimos nosotros, un eterno día de la marmota sólo que el ciclo
no es diario: es anual. I got you, babe.
La música de mi hijo es Skrillex y compañía.
Alguna verdad encontrará en esos sampleos donde pareciera que el autobot Optimus
Prime canta una ópera dedicada a alguna camioneta de servicio público, porque
le gusta al transformer este y ya saben lo que dicen de las callejeras, que son
como las garnachas: sucias pero ricas.
Para eso prefiero aquel turbio y fallido especial
de Star Wars navideño que me hacía
llevar el espíritu navideño a otras fronteras. Galaxias, en este caso. Sucedía
igual con los mundos de las caricaturas como He Man o Shera donde sus
especiales de época eran tan incluyentes que lograban traspasar al mismísimo
Santa a Eternia. Y no me acuerdo de haber ido porque como les dije
anteriormente, yo soy el verdadero Santa.
Apenas hace unos días estaba mi hijo inmerso en mi
celular cuando sonó Depeche Mode, Personal Jesus, en la radio y fue lo
suficientemente buena para que mi hijo la aprobara. Ahora es un converso de la
voz de David Gaham y escuchamos a todo volúmen sus mejores éxitos cuando vamos
en carro. Sí, I´m taking a ride with my best friend y me encanta.
Vivimos un idilio padre hijo por momentos antes que él se sumerja en su mundo
de MTV (que ya no entiendo) y yo me siento a leer en la sala como el viejo que
soy.
Antes no era viejo, yo era alegre y rebelde. Salía
a bailar a todos los convivios al ritmo de la cumbia y a tomarme la vida en las
rocas. Mis amigos y yo ardíamos mientras incendiábamos una ciudad asquerosa,
triste, purulenta de tráfico y lucecitas navideñas, con manzanilla en las
cuadras y posadas. Horrible pero nuestra, como nuestra realidad diaria. Ya
saben, habitamos la ciudad más fea del mundo y donde mes con mes, se
baila cumbia en un ritual desenfrenado para aquellos que no vivieron en la
periferia, en el límite de lo surreal, lo banal y las sustancias prohibidas.
Todo con un sorbito de champán.
Estamos en el momento justo del año en George
Michael nos cuenta religiosamente desde 1984 cómo entregó su corazón el día de Navidad y lo desecharon un 26 de diciembre, por ese entonces aun no
había salido del closet e intuimos entonces que el mariachi le rompió el
corazón (entre otras cosas). Cada vez que suena la canción, es para mí, el
verdadero inicio de la Navidad. No sé ustedes pero yo tengo el espíritu
navideño desde septiembre.
Vaya dolor el del ex cantante de Wham que en estas
temporadas comparte junto al Buki y su Navidad sin ti. Ambos
apologéticos a la pérdida del amor en esta época tan cruel para estar solo. El
corazón roto no distingue géneros musicales ni razas, ni estatus sociales. Los
guerrilleros del texmex conocidos como Los Tigres del Norte cantan aquel himno
conocido como Navidad de los Pobres y lo recuerdo en el único concierto
que fui donde borracho como una cuba, cantaba abrazado de un mecánico de autos
y su esposa vendedora de verduras. Yo venía de una boda y mi novia de esos años
me esperaba allí. La pasamos genial y enamorados. Un mes después, me dejó por
un mexicano y entendí porqué lloraba con Golpes en el Corazón ese día.
Ese año la música big band volvía a mi vida, pero
esta vez de la dulce voz de Vic Damone y la melancolía de la gente que sale a
la calle a caminar buscando el regreso a un instante que ya nunca será. Vagabond Shoes me hizo desgracia la vida ese año junto a Connie Francis y el canto al amor eterno y la paciencia y la locura, llamado I will wait for you.
“Papi, a veces la Navidad
es triste, ¿verdad?”, me pregunta curioso mi hijo, talvez de verme transitar
esta avenida callado, cavilando sobre esta época. “Sí mijo”, le digo a secas.
Me entiende y voltea a ver a la calle y se hunde en el tráfico con sus propios
pensamientos y el inicio de su nostalgia, el inevitable inicio de la nostalgia.
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