miércoles, 8 de febrero de 2012

BREVE HOMENAJE AL FLACO SPINETTA, DE LA TERNURA A LA SANGRE

Este es un homenaje hecho y derecho. Escrito por un hombre tan macho que llora cuando le pegan y cuando visita la muerte. No se lo pierda.

Tengo ya un tiempo entrenando Artes Marciales Mixtas y pocas veces en mi vida he sentido tanto dolor en tan poco tiempo. Realmente, nunca había dado ni recibido tantos golpes durante dos horas y media diarias, seis días a la semana.

Me he ido forjando a razón de piso, a caer de rodillas proyectando a un tipo 45 libras más pesado arriba de mi hombro. El peor enemigo no es el oponente, es el suelo, él no retrocede para los golpes cuando se cae con el peso sobre el codo, sobre la rodilla, el hombro. Los nudillos empiezan a saltarme como los cuernos de Satán.

Me ido curtiendo a dolor por una extraña, masoquista y rara tendencia que tengo a hacerme daño. ¿Ustedes se cortan los brazos para sentirse vivos? No sean maricas y prueben dos horas dándose verga y van a sentir un pequeño Tyler Durden recitarle dolor desde las entrañas. Mi Tyler Durden se llama Tyson Dardón y es de Livingston, Izabal.

Todos los que entrenan la primera vez, vomitan. Es el boleto de entrada, es someterse a un entrenamiento extenuante, atroz, donde solamente la necedad hace posible terminar hecho una esponja de sudor y con moretes en lugares que debería ser prohibido que salgan. Con músculos inexplorados magullados.

Muay Tai, Jiujitsu, Grecorromano, Box, Kempo, Aikido, Krav Maga, Sambo, Judo. Guantes, protector bucal y a buscar el knockout, o irse al piso somatando al otro y el otro, repartiendo golpes, llaves, sumisiones, como si no hubiera mañana.

¿A qué viene todo esto, se preguntarán ustedes lectores que me visitan y esperaban encontrar un homenaje a Luis Alberto Spinetta, muerto hoy a los 62 años, miércoles 8 de febrero de 2012, día que dobló la rodilla frente al cáncer de pulmón? A eso voy, no se vayan.

Escuchen bien esto que les voy a contar: hoy llegó al entreno un cinta negra Lima Lama, un tipo recio, duro, de antebrazos como bates y agarre furioso. Me tocó pelear con él y estaba demostrando cinta a cinta, lo oscuro de su corazón.

Me sometió con llave al cuello y en una movida tramposa me torció el índice, este mero que me sirve para escribir la “i”. No sin antes, sacarme sangre de nariz de un codazo y tronarme el cuello como adolescente torciéndose la cabeza de la verga de tanta paja.

Así que me le fui por un lado, le tomé la espalda, ganchos a las piernas y le estiré el cuello para hacerle una asfixia de reversa, conocida como mataleón.

Logró escabullirse el maldito pero quedó a media guardia, es decir, su cuerpo y cabeza viendo hacia mi hombro derecho. Metí el antebrazo de ese mismo lado bajo su mentón, rumbo a la tráquea, cerré el candado con la mano izquierda, enganché sus piernas y no pudo escapar de ese agarre ambos tumbados en el piso.

Me lancé hacia atrás y sentí como tronó su área lumbar y sólo imaginé los ojos inyectados de sangre mientras se iba durmiendo hasta que mi instructor me avisó que ya estaba semi inconsciente y gané el combate por sumisión. Me levanté y gotas rojas caían de mi rostro al suelo y sólo pude imaginarme al músico muerto hoy, mientras daba su último aliento, mientras componía los versos hermosos que me acompañaron al amor, mientras lanzaba demonios a las paredes en las interminables fiestas del rock argentino.

Pude ver a la muchacha ojos de papel, mojarse los iris al escuchar la canción, o cuando leyó a Gilles Deleuze, sé que se imaginó negro en 1930 inventando blues y jazz en plantaciones de Alabama, no le hubiera importado ser esclavo de afuera, porque era libre, sólo tenían que escucharlo cantar y el alma volaba imparable como una piedra anclada en el desierto.

Pude ver el estoicismo de su rostro al recibir la noticia: cáncer de pulmón. Pero cada cigarro valió la pena, cada poema fue azuzar a la muerte, fue una cachetada al odio y sus dictadores, cada poema que se escribe tiene a su censor y asesino. Pero para eso se contrapuso una obra bárbara, digna de un Príncipe de Asturias, de un Príncipe de la Canción nivel José José, alabado para siempre Flaco, Almendra, Pescado Rabioso, Los Socios del Desierto, Spinetta Jade, Invisible como ahora lo sos para el mundo, pero permanente en los acordes que musicalizaron tus poemas.

Y así, al ver mi sangre en el suelo lloré, no por dolor de esta mierda de cuerpo, si no porque la gente buena se muere y todo sigue igual. Los compañeros de dojo, me felicitaron y abrazaron, y yo pensaba en un rockstar dulce que me parte el alma y me hace sollozar. “Algún oprimido relámpago rojo / inundará la soledad que he juntado”, escribiste Luigui y así te fuiste, tronando.

Esta victoria de hoy, frente a ese toro de odio, te la dedico a vos flaco Spinetta, que peleaste por lo contrario a eso: el arte. Luchaste como ninguno, y yo también lo hice hoy, a tu honor, a tu vida. La sangre es poesía y hoy se derramó.

1 comentario:

Duffboy dijo...

Qué agridulce crónica, compa. Lamentamos su partida, aunque sabemos que estará mejor ahora. Anoche puse "Artaud Pescado Rabioso", mi pequeño homenaje a él, su música.