viernes, 23 de diciembre de 2011

NAVIDAD SIN NADIE

Recuerdo bien la primer Nochebuena que pasé solo. Fue una cosa rara ya que el calor de la familia, que a pesar de sus manías sui generis, se extraña. Allí estaba yo tratando de dilucidar qué hacer esa noche porque mi casa no tenía árbol navideño, lucecitas, ni había comprado pirotecnia ni tenía teléfono, mi mejor amigo estaba en Europa y nadie me daría regalos. Ni yo los daría.

Había renunciado de mi mundo conocido para convertirme en escritor y estaba viviendo el sueño: mi casa estaba rebosante de libros, la tenía plagada desde de la sala, hasta el cuarto de visitas, de títulos y temas de todos lados del mundo y de los autores favoritos. Obviamente, el cuarto de huéspedes contenía los libros menos queridos por si alguien quería llevarse alguno, pues no me doliera tanto.

Que para un obseso del papel, perder un libro se equipara a que le quiten una uña con alicate. Mis vinos se abrazaban en la alacena y la refrigeradora tenía... nada. Estaba aprendiendo a vivir y eso de planificar contra la inanición, no se me daba del todo bien, he de confesarles.

Pues qué otra, a abrir una bolsa de frituras y a entrarle duro junto al vino, mientras encendía la tele y miraba cualquier cosa con tal de alejarme del bullicio de la calle. Podrán imaginarme displicente pero por dentro algo se me rompía inevitable: soy un tipo de costumbres y empecé a extrañar todo. Ver a mi padre quemando cohetes, mi hermano y yo afuera, mi madre sirviendo ponche y mi hermana desde el cuarto riendo la noche.

Y mientras caminaban las horas, más vaciaba yo la botella de Carmenere buscando valor, pero solamente encontraba razones para que se me aguaran los ojos. Tocaron a mi puerta y unos señores que vivían enfrente del megacondominio, me llevaron dos tamales, seis franceses y un termo de ponche frutas. Nunca nos habíamos hablado y me llegaron a dar la cena de Navidad. Les serví dos vasos de vino y yo otro para platicar un poco.

Ellos me dijeron que me buscaban porque a pesar que todos los del condominio decían que allí vivía un borracho drogadicto que tenía por casa, un altar de sacrificio de mujeres, me habían visto trepado en un techo salvando a una camada de gatitos que se había escapado. Además, que les recordaba a un hijo becado de ellos que seguro estaría solitario en España y en cierto modo, terapia de sustitución, obraban bien en mí. Yo sólo podía imaginar al hijo de la pareja medio a verga en Cibeles y me daba envidia.

Esos gatos que salvé eran los hijos de Sam, mi gata que le escribí un libro de poemas que pueden descargar aquí. Pues los condenados en su aburrimiento de vivir en mi casa, se salieron y no sé cómo le hicieron, pero llegaron al techo y maullaban los pobres en plena desesperación. Sam, ya llevaba tres días sin aparecer y empecé a sospechar que nunca lo haría. Así fue.

Ese día que se refería la pareja, andaba yo medio socado, medio desnudo y a media noche, regresando gatos a mi casa para que no les dieran bocado de tanta jodedera que estaban armando en el techo de la cuadra. Lo que no entiendo es cómo los señores que vivían frente a mí me habían visto en tal misión de salvataje donde arriesgaba mi vida al caer desde las alturas y morir de un cráneo partido o de borracho.

Pues me dijeron que habían oído a los cachorros maullando en la temprana noche y esperaron a que yo llegara para hacérmelo ver. Pero como parqueé el carro a medio jardín, me bajé como pude y entré trastrabeando por una puerta... pensaron que no estaría en condiciones de no hacer nada. Su sorpresa fue verme a los tres minutos en calzoncillo y tenis corriendo gatos por el techo. Ellos se rieron mucho, me confesaron.

A la hora se fueron y me invitaron a comer a su casa y les dije que iría. Pero no fue así, abrí otra botella de vino y la Navidad me encontró escribiendo el inicio de mi primera novela. De eso, hace diez años.

10 comentarios:

ensabanable dijo...

en lugar de estar cocinando tamales y 'atendiendo' a las visitas el señor tomando vino y viendo tele, que mala educación xD

Juan Pablo Dardón dijo...

Tendría que haberme vestido, pero estaba ocupado rascándome allá abajo. Imaginate, mucho menos hacer tamales! XD

Anónimo dijo...

Me gusto lo que has escrito!

Anónimo dijo...

Qué alegre que 10 años después la soledad de ese momento te sirva de anécdota para esta lectura tan agradable.
Felices fiestas Juan Pablo.
Saludos,
YT

Juan Pablo Dardón dijo...

MANUEL: gracias por leerme, saludos.

YT: igualmente estimadísima, agradezco tu lectura.

Mariana dijo...

Me diste nostalgia de mi casa. Esta es mi segunda navidad lejos de toda esa bendita cotidianidad de los chapines. Supongo que ésta es la única forma de vivir los grandes sueños q uno siempre tuvo. Un abrazo fuerte de navidad para ti y Marcela desde el sur del continente.

Juan Pablo Dardón dijo...

Un abrazote para vos hasta Chile, que la pasés muy feliz!

Jessie Álvarez dijo...

Esos dos nobles vecinos se me hicieron a los fantasmas de la navidad del pasado y la del presente. La navidad del futuro seguro te visitó y te dijo que diez años después estarías publicando esta anécdota en tu blog y llorarías con una mezcla de risa y melancolía al recordar la primera navidad del siglo XXI.
¡Buen texto!

Juan Pablo Dardón dijo...

Gracias Jessie, un abrazo para vos en estas épocas.

Moniquita dijo...

Qué maravilloso sería que apareciera en youtube el video del celu de tus vecinos durante tu hazaña de rescatista!!! jajajaja

Un abrazo JP y feliz año!!! =)