miércoles, 29 de agosto de 2007

APUNTES SOBRE LA PIRATERÍA

De repente vino e invadió el mundo conocido. La piratería se instaló como la eterna compañía, el invitado no deseado (pero alegre). Es acceder a un mundo inalcanzable para los que no pueden costearlo o simplemente para los que son agarrados. Es el coco, el némesis de las compañías disqueras y las grandes corporaciones de la informática. Es el espíritu hacker llevado al lucro, pero democrático.
Hablo sobre esto porque ahora en mis caminatas centro histéricas, me he dado a la tarea de apuntar (mentalmente) todo lo que se puede comprar: discos de música (coritos cristianos, marchas fúnebres procesionales, rock, latina, clásica, nacional y compilados maravillosos sobre trayectorias artísticas como Chente Fernández, Los Tigres, El Buki, Michael Jackson, y tendencias musicales por década). Pornografía (abundante, sugerente, variopinta, escandalizadora); videos musicales (todos, no miento, todos); cine (ha mejorado la calidad, ahora hasta incluyen los menús de las películas y algunas extras); ropa (piensen en una marca y la tienen, si no, en 15 minutos la conseguien); software (sufre Bill); juegos electrónicos (consolas, discos para PS1, PS2, XBox, PC); zapatos (infaltables) y hasta comida (una señora vendía pollo casero en cajas de Campero, incluía dos tortillas y una papa hervida).
Digo, es el paraíso rebelde del consumismo. Conocí a un abogado que se dedicaba a perseguir a los piratas de programas de compu, y el tipo (un abanderado corporativo) defendía a capa y espada a sus empleadores, lo cuestioné al punto que dijo tajantemente "pues si los pobres no necesitan de eso, solo sirven para fabricarlo". Gol. Como si el idiota no tuviera trabajo gracias a la piratería.
No la defiendo ni la condeno, la he usado y es probable que lo siga haciendo (principalmente por la música y el software) y acepto que la camisa Ralph Lauren que compré se me deshizo en dos lavadas y terminó tan estirada que parecía un coqueto vestido a la cadera color rosa, más que una polo. Pero la masa, acostumbrada a ver imposibles por la televisión, bombardeada por marcas y con ganas de usar el aparato de DVD que sacó a plazos, utilice y ejerza cotidianamente la piratería. Es la evolución natural del mercado y el consumo, una manera de aproximarse al universo de tele.

viernes, 24 de agosto de 2007

LA HORA DEL CRIMEN

Estoy en Escuintla. Reaggetón, calor y una especie de llovizna muy de la costa. Hay algunos borrachos por la esquina, platican con los vendedores de discos piratas. Se carcajean. Las motos por acá son medio oficial de transporte. Dos chicas con uniforme de colegio se parquean enfrente de donde estoy leyendo el tríptico de Nueva York de Paul Auster. Comparo mentalmente qué me conviene más, si la morena imagen de la adolescencia exudando hormonas con piernas lisas y turgentes, o la lectura y su intriga linguística. Aparecen dos muchachos, saludan efusivamente a las estudiantes y me devuelvo al rollo del Edén y la Torre de Babel.
Pasan algunos minutos de puro jolgorio juvenil y sus códigos: las chicas se abrazan entre sí, mientras furtivamente tocan a uno de los chicos, ellos intentan a como de lugar, romper la unión de ellas para atacar cada uno con sus precarias armas de seducción. En el ínterin, comparten música (qué más... reaggetón) que guardan en sus celulares de reciente generación. Suena una canción melosa que se llama Pasarela, de Dálmata.
Por la esquina aparecen otros muchachos, de gorra y camisas holgadas. Miran a las niñas con sus cortas faldas y pasan de largo. Nada extraño. Luego regresan y como si nada murmuran algo, uno de ellos toma a la morenita alta por atrás, con una llave al cuello y dice pausadamente "soltá esa mierda". El otro hace un movimiento que suena al inconfundible cerrojar de una pistola. Es una Walther, viejita pero fiel, de 9mm (o bien pudo ser .380). Se llevan sus celulares y las llaves de la moto.
A la de pelo castaño y tez blanca le da un ataque de nervios, se la aflojan las piernas y cae milagrosamente en los brazos de su galán, quien está igual de pálido y eso le resalta el incipiente bigote. Las chicas se quedan en un salón de belleza resguardadas y los muchachos montan una moto y deciden partir. "Cuidado", les digo, "andan armados". "Simón, pero voy a ir a traer la mía y los alcanzamos", me dice el del bigote antes de partir a toda velocidad.
Un peatón me comenta, palpandose el costado derecho, "yo por eso no dejo esta mierda", y muestra una Tangfolio negra. Esboza una sonrisa y sigue su camino. Una señora se santigua y le comenta a su comadre (me imagino que lo era, por las maneras tan coloquiales y mutuas), "ay no Nía Mela, es que ahorita es la hora de los ladrones, el calor los pone como locos, mejor vámonos que los patojos ya van a llegar del instituto". Sí, el calor y el crack, apunto para mis adentros. Tiene demonio la ciudad de mis ancestros, ahora más que nunca. Mi abuelo con sus tragos lloraba al escuchar Noches de Escuintla, de Maria del Transito Barrios, alias La Ninfa de Amatitlán (gracias a Quetzalí por el dato). Luego acotaba a manera de sorna "Escuintla, donde por cada golondrina hay una cantina.... y por cada palmera una ramera!"

martes, 21 de agosto de 2007

EL CENTRO HISTÉRICO

Es una relación odio - amor para los que vivimos en este lugar. En el Centro, zona 1, la vida es una metáfora que se esconde detrás de personajes turbios como crackeros, carteristas, policías, agentes de la Saas (Secretaría de Asuntos Administrativos y Seguridad, los guaruras de los políticos), políticos, manifestaciones, artistas, escritores, vendedores de piratería, ruido de buses, choferes mierdas, escolares alegres, maestros cansados, oenegeros, cooperantes internacionales, travestis, gays, lesbianas, periodistas, prostitutas, rameros, comercio informal, y un interminable etcétera.
Siempre hay ruido. Siempre hay humo. Por las mañanas la algarabía de los estudiantes y el tronar de pistones de los buses, por las tardes los camiones repartidores se suman al concierto, y cuando uno piensa que la paz viene con la noche, los bares son el gran final entre miércoles y sábado. De domingo a martes, los ojos espectantes de los que se prostituyen en la calle, un silencio de pasos y ecos se transmite. Esos son las noches en que descansa el Centro.
Muchos me inquieres de por qué me someto a tal tortura vivencial, no lo sé. Adicto talvez. Por que la verdad leería mejor y me concentraría para finalizar la novela en una colonia residencial. La pinche novela que me tiene metido aquí, si viviría en la quietud de otro lado, con jardín y parqueo propio y que cuando lloviera oliera a grama recién cortada y efluvios florales, no el cáustico olor a almizcle de la orina de mis compadres los vagos que duermen afuera.
Es realismo el Centro, es lindo en su horror y la verdad, se come muy bien con un almuerzo de Q15. Para los que no frecuentan este lugar, vengan a conocerle de día y noche, es morboso. Créanlo de alguien que se resiste a partir.

miércoles, 15 de agosto de 2007

LA NOSTALGIA Y EL ACTO DE MANEJAR

Adicto al volante, desde que aprendí a manejar, no hay acto más puro de introspección que subirme al auto y tomar rumbos desconocidos. A raíz de los cristaleros dejé de tener radio en mi vehículo y desde hace como seis años no escucho radio y en estos tiempos de podrida fanfarria política, ni falta hace. Por lo tanto, la línea continua y mis pensamientos.
He logrado solucionar dos enredos literarios de esa manera. Mi primer novela trata de eso, además. Entiéndase, del acto manejatorio, de compartir una cabina con una persona y deconstruir relaciones hasta el punto del hastío.
He tenido buenas experiencias en los diferentes autos que pasaron por mis manos. Borracheras, asaltos, sustos, choques, me han servido de camas, casa, cárcel, cielo. He amado y he vomitado. He mirado con amor del más puro y me he bajado a pelearme con otros choferes a medio tráfico. He matado con el carro.
Por eso es que hoy, que manejé de la zona 1 a la casa de mis padres en Mariscal, tomé rumbo a Muxbal, luego a Santa Elena Barillas por Carretera a El Salvador, de regreso a Pradera Concepción; Vista Hermosa, zona 15, zona 5, Calzada de la Paz, zona 18, Palencia, Calzada Martí, zona 2, zona 1 de regreso y de vuelta a la zona 11, he descubierto que mi caballo es ese sedan azul semi derruído que me espera a que termine esto para llevarme de regreso a mi cubil.
Hay que manejar sin radio y pensar mucho. Ayuda. Loores a los autos.

Posdata: no me jodan con eco-discursos, de todos modos lo seguiré haciendo, jajaja.

jueves, 2 de agosto de 2007

EL REGRESO DE BURGER SHOPS!

Como todo lo que trata de volver al pasado, se vuelve un imposible. Mi hermano me avisó que en el Centro Comercial Aguilar Batres (13 calle, Aguilar Batres, zona 11) había abierto un nuevo local del extinto Burger Shops.
Hagamos un recuento. Burger Shops era uno de los restaurantes más famosos de la década de 1980, pionero de la comida rápida junto a Wimmpy´s. Recuerdo la gran variedad de menús que tenían así como lo amplio de sus locales. No sé de dónde era la franquicia, si gringa, mexicana o si era una empresa netamente guatemalteca.
Muchos alegres fines de semana junto a mis padres, mi hermano y mi hermanita. Nunca pude celebrar un cumpleaños allá y mucho que me hubiera gustado; así que la noticia me hizo agua la boca sólo de pensar que disfrutaría de nuevo una Chubby Burger Doble con queso, gordas papas a la francesa y una Coca Cola.
Recién acabo de venir (jueves 2 de agosto a las ocho de la noche) de comerme el susodicho pan. Les cuento: el local dista mucho de ser aquel mundo de plástico que recordaba, todo a colores rojos, bancas acolchadas y mesas de un blanco inmaculado, con platinadas cocinas de acero inoxidable.
Por lo contrario, es un triste local vacío con mesas sacadas de Esquilandia (el difunto parque de diversiones), el piso es blanco y encerado. El menú es una manta de vinil de colores mal combinados donde ofrecen su propuesta, pobre comparada con lo que era antes. Del viejo restaurante creo que solo se rescató el logo de la empresa.
Mientras esperaba a que cocinaran mi pedido, me quedó el suficiente tiempo para la reflexión y desde allí inicié este pequeña reseña. La música, sonaba la FM Globo como banda sonora de mi fallido intento de quitarme 20 años de encima.
Me entregaron la comida en bolsas blancas de plástico suave, se acabaron las de papel con el logo de la franquicia. Para los ecológicos, pues sabrán que Burger Shops no contribuye a la tala de árboles.
Me fui a la casa de mis padres a comerme la hamburguesa y papas, porque la música me estaba dando ganas, en vez de comer, de tomar cual cosaco en entierro.
La hamburguesa me supo bien, sin duda es mejor que la plasticina que uno se atora en McDonald´s, Burger King o Wendy´s (que lo único que sabe bien de ese lugar son sus galletas de chocolate y el maravilloso chilli beans con cheddar... lo acepto, soy un experto en comida chatarra y no me da vergueza.)
La carne, jugosa y generosa, mucho queso, lechuga, tomate y cebolla. Mayonesa y nada más. Calientita y con esa grasa hermosa que sabe tan bien. Seran la grasa Trans y los triglicéridos, pero no sé si mi corazón dio un vuelco de alegría o susto. Papas con cheddar.
El trago amargo vino del análisis y de ver ese local tan derruido como mi pasado. Fue un instante sepia que me causó asombro, como cuando se vuelven a ver la fotos de la infancia y uno se encuentra desdentado, con el pelo a la rapa o en un falaz afro impeinable. O verme con botas de vaquero, bermuda y gafas oscuras. Lo cómico del momento se torna triste con los años.
Así que si ustedes se aguantan un rato las ganas de recordar como era antes Burger Shops, les invito a que visiten el ¿nuevo? lugar a comer una decente hamburguesa. Al parecer este es el primero y se abrirán al menos cinco más en otros centros comerciales de la ciudad.

ADELANTO DE LIBRO

Aquí les agrego otro adelanto de mi siguiente libro que se llama Tratado de los amigos invisibles, poco a poco, iré subiendo uno que otro poema para que se hagan una idea de lo que viene. En este poemario, ningun texto tiene título, así que aquí les va...

nuestro desorden
las cosas tiradas aleatorias
en el azar del suelo
esta historia tiene hilos
en los platos sucios y migas de pan
nuestros pelos rastreros en el apartamento
la cantidad de papeles y polvo
todo abandonado por nosotros
por las ganas persistentes de estar juntos
y nada más

las escobas, estropajos y limpiadores
todos utopías
en nosotros de nuevo
en la conciencia del fin
¿por qué limpiar si vamos a consumirnos?

que arda roma entonces
que nos encuentre en el polvo y la telaraña
la somnolencia de las tardes
en que mirábamos bichitos
construir ciudades a nuestros pies