viernes, 19 de diciembre de 2014

ESTAMPA EN VÍSPERAS DE NAVIDAD



pasé por la casa de crack del viejo vecindario
ahora vacía
fue una rajadura en el espacio tiempo
por donde la vida se huía
gente llegaba a hacer la ofrenda y se mancillaba
miré decenas de almas idas frente a una televisión
miraban noticias y productos novedosos
pero un dios los tenía sujetos de los ojos y la cara
boqueaban un lenguaje ignoto
y el gran zumbido del universo se instalaba
en cuatro paredes
la casa de crack del viejo vecindario
iglesia para los abandonados de las iglesias
la lepra de la vida
marcados

hela allí
tótem
una cruz con el cadáver de muchos
un signo que en ese vecindario hubo una ventana
a un mundo igual de podrido que el de la tienda
golpeando borracho a la familia
a media calle
que el del pastor de la esquina tocando niños
imponiendo manos que nunca nunca se quitaron
de los sexos sin desarrollar de una generación
devenida en cajeros de bancos
vendedores al detalle
oficinistas de call centers
cargadores de posadas
somatando el lomo duro de una tortuga muerta
cabezas de familia marcadas con el sino negro

pero hasta los infiernos se apagan
hasta los diablos se enfrían

debajo de un auto abandonado
un perro de orejas mordidas camina a la esquina
se echa al sol
y cierra los ojos
mejores tiempos ha visto
allí está el animal hecho rosca
sin manos temblorosas para lamer

lunes, 15 de diciembre de 2014

TENGO QUE ORDENAR LA CASA


la cantante es triste 
ella canta cumbias que tiene a la gente volando
pero es triste
yo doy vueltas junto a la parvada de aves encerradas
en un salón 
los novios usan antifaces de colores alistándose a la vida
recita de memoria las letras de canciones de desamor
ojos fijos en un punto afuera
donde el frío mira abrazado a los meseros
lo mismo siempre
la misma rutina los fines de semana
bodas y convivios empresariales
hombres de traje y abundante carne
cachorros que no saben para qué son los colmillos
es un teatro del absurdo la noche
las mujeres arrastrando la historia que visten
esos vestidos pompeya en ruinas 

los fustanes los tacones y bolsas brillantes y diminutas
rímeles negros
perfumes largos
esas rutilantes mujeres
esas hermosas y rutilantes aves del paraíso
prisioneras de la belleza
el pasado es un perfume que se divide en moléculas cada vez más pequeñas
canta cenzontle
como la vez pasada que yo miraba mi casa caer frente a mí
sentado en un sofá
pensando que tenía que ordenar pero las fuerzas me abandonaban
yo no quería hacer nada
y un ave cantaba afuera
y yo miraba caer la vida

martes, 2 de diciembre de 2014

SU VIDA EN JUÁREZ


Cuando leí 2666, de Roberto Bolaño, pude imaginarla gracias a la cercanía de un periodista y sus crónicas del desierto. Para mí, Juan Carlos Llorca le daba rostro a los personajes de la novela (lo imaginé Manuel Espinoza), y al igual que Roberto Bolaño, murió prematuramente, acaso más el guatemalteco que el chileno.

Toda frontera es un estado mental y social. Realmente no existen como tal, pero sí ese hálito de permanencia y desapego que se vive en los pueblos divisorios de países. Hablaba con propiedad de Ciudad Juárez y de El Paso, y se adivinaba un inquieto. Lo imaginaba insomne en esas ciudades gemelas.

Alguien tan inquieto como él, no decide tomar así nada más un trabajo en una ciudad fronteriza si no es porque busca algo y no es trabajo. Buscaba lo que toda alma errante busca: a sí mismo, a la voz propia, la distancia de un lugar de dolor a pesar que el dolor va en él. Ya lo dijo Kavafis en La Ciudad, ese poema que lanza por los suelos la ilusión del olvido.

Sus crónicas dan fe de un escritor en ciernes, un narrador poderoso que tenía en la punta de la lengua una novela que iba a romper esquemas y encantar con ritmo galopante. Todos esperábamos esa maratón, sabíamos que se estaba preparando, entrenaba con esos breves sprints que nos regalaba en su blog My Life in Juarez.

Vaya blog. Vaya filosofía. Si quiere leer algo fresco, escrito con desparpajo y técnica, tiene que leer My Life in Juarez. Es una colección impresionante de relatos / opiniones / críticas; es decir, las partículas esenciales de una novela. Insisto, Llorca se preparaba para hacer una obra de largo aliento, no lo sé de cierto –algunos más cercanos sabrán desmentirme– pero apunta a que sí. O eso quiero creer.

Su humildad hacia el lenguaje le hizo un escritor. Se aproximó al fenómeno por medio del periodismo, aguas en las que nadaba como ninguno, era un pez espada que nunca se dejó atrapar por el anzuelo cómodo de la fuente. Luchaba y desmenuzaba lo que reporteaba, su labor periodística ojalá fuera impresa toda.

Hay autores que escriben sobre personas así, como Juan Carlos Llorca, y les llaman los indomables, los que todos queremos ser, los Moby Dick, por ejemplo.

A Llorca hay que estudiarlo, siempre lo pensé, tiene ese genio propio de los grandes periodistas (no menciono ninguno, me hubiera mandado a la chingada por mamón y siempre encontraba carencias de uno y otro de mis ejemplos para compararle). Ojalá alguien le haga ese bien a las ciencias de la comunicación de la región.

Su blog, hay que imprimirlo. Hay que hacerle ese favor a la literatura. Discrepamos fuerte en una ocasión y luego de bilis ácida y corrosiva vertida uno al otro durante una noche de excesos, dimos por empatadas nuestras diferencias. Yo me apoyaba en literatura y él en periodismo, un pulso que nunca prosperó.

Y nada más, pinche Llorca, como en todo, te adelantaste en hacer excelente periodismo (una nueva generación de reporteros formados dan cuenta de ello), en viajar por todos lados, en sacar el chiste y la broma negra. Y a morirte, como quien no quiere la cosa y de hastío. Talvez más esto último.