martes, 28 de octubre de 2014

SANCHEZ´S NOT DEAD


Podría llenar este espacio semanal con una sesuda columna hablando de los atributos plásticos de Álvaro Sánchez, de cómo su trabajo se enmarca como una respuesta a la posmodernidad literaria, que es un artista completo que se basa en pilares musicales y lecturas de autores del realismo sucio, que nos ofrece una visión personal de la violencia que como sociedad nos abarca. Que las diferentes aristas de su trabajo, que los vasos comunicantes y toda esa palabrería que a otros les salen mejor y son expertos en hacerlo.

No. Yo les hablo del Vite como amigo que he conocido y admirado. Congeniamos en los gustos para entretenernos, desde grupos musicales de hueso negro, a pop goma de mascar interpretado por voluptuosas baronesas producto del mercadeo. De poetas sibaritas y malditos (los tres conceptos, sinónimos), de largas noches y legendarias veladas en bares llenando de acidez esta ciudad. De elegir el aikido para sentirnos vivos, para sentir dolor y placer. De ese Álvaro.

De esas cadenas que le atan a la sensibilidad a pesar del escudo de sarcasmo. Sus collages, no son otra cosa que pequeñas postales de la pesadilla colectiva que es estar vivo ahora en Guatemala. De cómo Guatemala puede ser explicada por medio de las voces duras de punketos de los años 1970, de cómics de la década de 1980, de escritores anti establishment y anti ellos mismos. Estas influencias nos muestran a un coleccionista de situaciones que definen a este país a través de su lente; es decir, Guatemala es quid pro quo tragedia y comedia.

Su obra plástica se vende como pan caliente en galerías en Estados Unidos y por medio de sitios de puja/catálogos en Internet (acá su sitio en Redbubble). Dentro de poco abre una colectiva en París. Pero no se circunscribe únicamente al trabajo plástico de la galería, es el autor de varias portadas de libros de literatura en la imparable editorial Catafixia (acá la colección La Rueda, con diez portadas de Vite) y en la emergente pero centrada Alas de Barrilete. Sin excluir claro, el aporte que hace a esta bitácora con sendos headers de vez en cuando, el actual es obra de él.

¿Por qué escribo esto? Fauces, de Byron Quiñónez fue presentado la semana pasada con portada de Sánchez. El libro habla estando cerrado, invita, atrae. Es lo que sucede con las portadas, tienen que ser ventanas a la obra. Él se define a sí mismo como artista mixed media por el uso de tecnologías, herramientas y trabajo manual. Es una forma de verlo, pero el verdadero valor, más allá de cualquier título, radica en ese torbellino interno que nos regala obras implacables y duras. Espejos de nosotros mismos, donde nadie se salva del salvajismo y la ternura.

Vaya gusto estar vivo en estos tiempos, donde adquirir libros es formar una pequeña pinacoteca (en las editoriales antes mencionadas). Algo tiene de bueno, acaso, aguantar tanta mierda a diario: nuestros artistas balancean a duras penas la cuota del horror vacuo. Alguien destruye todos los días una porción de la sociedad, mientras alguien en la soledad nos moldea con polvo de huesos. Y eso está bien.

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