martes, 22 de julio de 2014

RESACA POST MUNDIAL


Cuando se termina un evento de magnitud planetaria como la Copa Mundial de Futbol, se vive un desarraigo respecto de la realidad. Es como el fiestero, que se levanta luego de la juerga con dolor, cruda y nostalgia.

Al otro día, el Sol del lunes pega fuerte y deslumbra con su cuota de realidad innegable e intratable: mientras el mundo se mordía los escudos de sus equipos favoritos, Israel le propinaba una golpiza al pueblo palestino el cual semanas antes, lanzaba cohetes a granel sobre los israelitas. 

El conflicto de siempre en el que pagan los platos, la población de las dos banderas. Evidentemente, alguien pone más muertos y alguien pone más misiles, sumado a la invasión terrestre que ya ahoga a un pueblo. El círculo perpetuado de la violencia: le pegan en la calle (Alemania 1938) y llega a pegar en casa (Gaza 2014). Ya sé, ya sé... la cosa es más complicada, pero esta columna va de otra cosa, no vayan a empezar a putearme.

Mientras la clase política del país empieza a regresar a sus labores con la parsimonia de siempre, Guatemala se mira al espejo y se odia. Es ese mismo sentimiento de ser utilizada por todos, todo el tiempo. 

El sentimiento general es de una cabaretera porque no puedo escribir acá el otro término (recuerden que esta columna la publico en la sección de cultura de Siglo 21, y no me permiten poner puta).

Todos bailan con ella, abusan de ella, le pagan mal, la explotan, se la cogen, la golpean y encima de todo, tiene que estar sonriente todo el tiempo. El rímel, amigos, nos empieza a correr por la cara.

Por mucho que los emprendedores neurociencistas del new age liberal nos juren que desear las cosas, nos vendrán a las manos, es imposible pensar eso cuando nuestros niños salen a morir al desierto de Nuevo México, huyendo de las condiciones infrahumanas que tanto gobiernos pasados como empresarios nefastos (varios de los nuevos entrepreneurs son hijos de ellos), han colocado como ley tácita en el país.

Sí, nuestros niños, porque como sociedad nos pertenecen y es nuestra responsabilidad velar por el bienestar de nuestro futuro. Recuerde el adagio africano que dice que se requiere a toda una aldea para criar a un niño.

Si usted piensa que solo sus hijos son los suyos, está equivocado. Luego se queja de la violencia, de los asaltos, de que le explotan en el trabajo, de su jefe desgraciado, del chofer de bus maleducado. De políticos ladrones y abusivos. Ellos tuvieron una infancia y es hora de romper ese círculo.

Involucrarse en el desarrollo del país va más allá de tomar acciones como tapar carreteras, como lo hacen los sabios de la protesta patrocinada, sino en realizar pequeños cambios en la forma de pensar y hacer todos los días. 

Educación y desarrollo es algo que podemos acceder y ofrecer, sin esperar las dádivas estatales - a pesar que es su obligación -, pero no por eso nos quedaremos de brazos cruzados. Pidiendo y haciendo, señores. 

Cambie una hora de Caso Cerrado por media hora de lectura con sus hijos y ayudará a crear criterio y libertad. Enseñe con el ejemplo.

Es algo, creo, que ayudará mucho. Mientras tanto ¿cuál es el Bloddy Mary, la Michelada o el caldo de huevos para que todo esto vuelva a su normalidad?

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