viernes, 31 de mayo de 2013

EL PUNK MURIÓ ANTES DE NACER: DEATH


Fue hace algunos años que les conocí a este trío de punk negro. Trabajaba para ese entonces de nueve de la mañana a seis de la tarde de lunes a viernes y ese día, me encerraba con licor y coca a escribir en mi computadora HP que me acompañó esos años.

Era una laptop gruesa, vieja, de 17 pulgadas de pantalla que se conectaba rapidísimo al internet, era tan veloz como un Charger supercargado con un V8 tan grande que podría vivir allí adentro en dos pisos. Soportaba estoicamente mis teclazos duros, especialmente el desgaste de las teclas A y S que es donde más apretaba para jugar Need For Speed y los ojos inyectados de sangre como si mi auto virtual, no tuviera windshield.

Mi laptop. Que abría decenas de páginas en Youtube y en Youporn, y así pasaba el fin de semana: navegando el yinyang de la cordura, de la moral, del aburrimiento de una vida de tonos grisáceos. Eso no era vida, era un suicidio de sudor y audífonos sonando hasta que la pequeña bobina se calentara, o el imán cambiara la polaridad. Estaba loco señores y de esa patria nadie regresa.

Averiguando algo para una novela que escribía en aquel entonces (siempre estoy escribiendo novelas, lo digo para parecer importante e inteligente, realmente lo que hago es nada, quieren saber mi secreto: yo escribo de corrido, por eso la inconsistencia, el desorden, lo aleatorio) e investigaba sobre las Panteras Negras y miraba videos en la plataforma que les dije sobre la icónica figura de Tommy Smith y John Carlos levantando sus puños en señal de apoyo, cuando ganaron primero y tercero en 200 metros planos en México en 1968.

Los echaron como perros de los juegos y los regresaron a Estados Unidos donde les jodieron por apoyar a los guerrilleros negros que buscaban reivindicación, no consiguieron trabajo durante años y fueron acosados y amenazados de muerte, ahora ambos trabajan para el comité olímpico internacional quien arrepentidos, les acogieron nuevamente. Yo veía las imágenes y el pinche negro volaba a la meta. Yo tenía las pupilas dilatadas porque al igual que el atleta, yo también volaba y escuchaba funk bien encopetado de polvo mientras leía de derechos constitucionales y toda esa mierda que sirve para llenar libros de derecho pero se olvida en la calle.

Funk. Mugre música, no era para el momento, así que abrí la ventaba musical y probando y probando llegué a una banda, de negros de Detroit, una ciudad dura de obreros que arman carros. Un año antes de la osadía de los atletas en el podio del estadio mexicano, en 1967, hordas de “gente de color”, de “afroamericanos”, tomaron las calles de esa ciudad y la hicieron mierda. Todo por una redada en un bar de la barriada, un cerdo ciego, como se le conocen a los locales de venta de licor clandestino. Cerdo ciego – blind pig – en referencia a que los policías (pigs) que no miraban (blind) las travesuras de baile y exceso del pueblo. Todo fue en escalada y les echaron a la guardia nacional, resultando en 50 muertos, 200 heridos y más de 5 mil arrestos, demostrando así que si se meten con el vicio del hombre, es como si se metieran con su familia. Por eso si me quieren ver dar verga en la calle, clausuren el Bar Central, el Río Perla o el Agapito. De lo contrario, ni me llamen.

Detroit quedó así, signada como una ciudad rebelde en la constelación de urbes modelo en Estados Unidos, calles llenas de desempleados, viciosos, prostitución, drogas, decadencia, hambruna, Etiopía gringa. Pues el grupo punk, un fundacional ninguneado, crecía en este ambiente (de repente todo empieza a coincidir con Guatemala, ¿no?) Los tres chicos en ese entonces fueron unos genios incomprendidos que tocaban como animales, con el desparpajo de riffs que posee el punk, pero con la melodía única que esa raza oscura lleva en las manos. Batería maldita, realmente un asesino de cuero de tambores, el bajo es una pelea en el Olimpo. Escuché el disco una y otra vez. Todo el fin de semana. Toda la siguiente semana. Un mes. Luego me aburrí porque nada me llena y a mí me corre hastío en vez de sangre.

Fueron tres hermanos, un trío con el rock en los ojos inyectados, rebeldes de su zona cómoda. Es decir, en esos años – 1971 para ser exactos – los negros estaban circunscritos en un gueto musical que se limitaba entre el R&B, el Motown y el Funk. El rock era para los chicos blancos, los honkies, los crackers, los rockers, los paliduchos de sangre negra como el metal de noche. Alice Cooper y del otro lado de la balanza los chicos buenos del poprock, The Beatles. Pues estos muchachitos mandaron a la verga su tradición gospel rítmica y se metieron a hacer locuras e inventar un género que en el 71 no existía: el punk. Escuchen sus canciones (allá abajo se las pongo) y en esas épocas se fumaron un futuro en los tiempos de la muerte de Brian Jones (1969) Jimmi Hendrix (1970), Janis Joplin (1970) y mi favorito Jim Morrison (1971).

El punk, el desparpajo vendría de la mano de esos blanquitos que se les aceptaba todo, es decir, la escena, la promoción, la bulla y que se escupieran en el escenario. Para un trío de negros, mis gordos, allí me los bajan a guitarrazos y con capuchas blancas, ya la cruz en llamas. Es sabido que estos chicos fueron rechazos por todos, todos, todos, todos, absolutamente todos: su familia, su gente, los agentes, los vecinos, la iglesia, la conocida, las novias amenazaron con huelga de sexo, propio, ajeno, los venideros, los blancos, los negros, los chinos y los chicanos que aun llorando la muerte de Richi Valens ya estaban en su propio género, La Onda. René Avilés Fabila y José Agustín tratan el tema, lo recuerdo porque me huevié unos libros del Fondo de Cultura Económica sobre el tema. Agradezco su discreción y no digan nada.

Death, vaya potencia de nombre. Reputa madre, qué título para una banda de punk, bueno, protopunk, pero que se adelantó a su tiempo.  Tres acordes y la batería corriendo detrás de los mitos. Esto es historia, es arqueología musical. Nunca supe más de ellos y los olvidé por razones que no me acuerdo pero que les puse allá arriba. Duraron seis años y se dedicaron luego lo que los muchachos de su edad y el estereotipo que se tiene de los negros en Detroit. Así que no sé si armaron carros para la General Motors, la Ford o la Chrysler, se hicieron padrotes y tuvieron su harem de putas negras y pobres, o distribuidores de crack, o pastores gritones bautistas. Lo único que sé es que uno de los brothers murió a inicios de los 90 y los demás, hicieron una banda de reaggae.

Los recuerdo porque – animal de costumbres que es uno – buceaba los trailers de películas de estrenos venideros y encontré este sobre un documental que tengo que conseguir so pena de que tenga que secuestrar al hijo del Buki hasta que me lo piratee. Se llama a Band Called Death (este es el tráiler). Me la paró cuando lo vi. Regresaron y siguen tocando igual, más gordos, más viejos pero con el demonio a punto que es una patada de bota como se debe. Esta banda me acompañó el camino y como siempre quise ser músico y cantante, pero no tengo talento para eso (en aras de la verdad, para nada) aprendí a colocar palabras tras palabras tras palabras tras palabras tras palabras tras palabras. Esa batería me enseñó a disparar.


Escuchen…

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