miércoles, 1 de febrero de 2012

WISLAWA SZYMBORSKA CONOCE A BUKOWSKI EL AÑO DE LA MUERTE


La gente dice iré a trabajar y nunca vuelve. Regresan los restos a la familia luego de que fueron entregados los despojos, sale la gente a matarse como salimos todos los que descendemos de la cama. Yo no sé si me entregarán baleado o muerto en un accidente de carro, talvez por millones de años venga viajando un pedazo de hierro de las entrañas de la galaxia a darme en la cabeza y matarme donde esté de pie. El destino no perdona.

Todo lo que escribo se lo dedico a la muerte. Las entrevistas que hice, las fotos que tomé, lo escrito, es de la muerte. Del acabose de la materia, cuando eyaculé para formar a mi hijo se lo di a la muerte y por eso entiendo a Abraham, que dio a Isaac al destino que nos espera a la gente que hemos nacido para la tristeza de fallecer, no para Dios. Todo lo demás es una idea que tenemos para consolarnos. El mejor engaño que buscamos es la eternidad. Ulises murió lavando platos de la cena, una noche de junio, el 27, luego de comer jabalí que Penélope preparó a la leña. Recordó al gigante y los ojos de una sirena, comparó la desigualdad de la vida, de esas bestias que desgranan a la gente y que viven dentro de uno. A él se lo llevaron con la mano en el pecho.

Escribo esto desde el vientre de metal de un taller industrial donde las máquinas braman incesantemente y hombres tristes - es decir, humanos - mueven perillas para formar bellas piezas de alfarería de la metalurgia. Allí están haciendo un engranaje de plástico, una herramienta que le sirve a la muerte, ese sistema servirá para colgar pollos rumbo al largo proceso de la industria alimenticia. Ese blanco inmaculado se teñirá de sangre y nos sobrevivirá a todos en el planeta. Ese plástico dura 25 mil años, más que la historia del hombre, más que cualquier leyenda. Somos los dioses que creamos lo eterno y hasta lo eterno se acaba, miren a Dios.
Trabajan con herramientas que algún hombre se le ocurrieron y que ahora yace en polvo. Mi padre colecciona esas piezas para tallar metal, para deformarlo de su natural disposición al caos, me las heredará y a mí tanto que me gustan los libros, no sabré que hacer con ello, con las ruedas dentadas, los buriles, las sierras como macabros sueños de tortura de cineastas gore. Yo nací para escribir que es una forma de morir tan sosa, que conscientemente las horas pasan deprisa y las balas lentas. Los poetas que son muertos, asesinados, fusilados, que les disparan, pueden escapar de la ráfaga sin mayor problema, pero se detienen a pensar en lo que viene y deciden dejarse alcanzar por esas avispas de la parsimonia que penetran el cuerpo agitando las alas y destruyendo lo que inevitablemente, será gusanos.

El poeta decide morirse siempre, nunca han visto uno que viva eternamente, aunque pudiera. Es por eso que vamos a encontrar las espadas antes que las hojas. Allá en Altamira hombres perforan bestias con palos y piedras en un rictus ágil, y nos admiramos de nuestra osadía como especie, de cómo pintábamos las cuevas como registro de la barbarie. Pero nunca documentaron al tipo ese que se sentaba en la cima de la colina a ver el movimiento de las estrellas que según él, eran aves migrando con las estaciones. La cosa es que se alejaba del bullicio y el primitivo pensaba cosas como la siguiente:

“Se supone que soy un gran poeta
Y tengo sueño por la tarde,
Sé que la muerte es un toro gigantesco
Dispuesto a embestirme
Y tengo sueño por la tarde.

Sé que hay guerras y hombres que pelean en el ring,
Sé que hay buena comida, buenos vinos, buenas mujeres
Y tengo sueño por la tarde,
Me inclino hacia el sol tras una cortina amarilla
Y me pregunto a dónde habrán ido las moscas del verano,
Recuerdo la muerte tan sangrienta de Hemingway
Y tengo sueño por la tarde.

Algún día no tendré sueño por la tarde,
Algún día escribiré un poema que encenderá volcanes
En las colinas que están ahí fuera,
Pero ahora mismo tengo sueño por la tarde
Y alguien me pregunta "Bukowski, ¿qué hora es?"
Y yo contesto "3 horas, 16 minutos y 30 segundos".
Me siento muy culpable, me siento asqueroso, inútil,
Demente, tengo sueño por las tardes,
Están bombardeando iglesias, bien, eso está bien,
Los niños montan ponys en los parques, eso está bien,
Las bibliotecas están llenas de miles de libros sabios,
Hay música grandiosa encerrada dentro de la radio
Y yo tengo sueño por la tarde,
Tengo una tumba dentro de mí diciendo
"Bah, deja que lo hagan los demás, déjales que ganen,
Déjame dormir,
El ingenio está a oscuras,
Barriendo la oscuridad como una escoba,
Me voy a donde han ido las moscas en verano,
Intenten atraparme.”

Miles de años después, Charles Bukowski lo escribió, nombrando al poema 3 horas, 16 minutos y 30 segundos. La misma hora en que el anónimo homo sapiens perdido en los milenios, lo pensó subido en la colina mientras iniciaba la masacre de las especies. La misma hora de la muerte de Wislawa Szymborska, hoy 1 de febrero. Del año de la destrucción.

3 comentarios:

Mariana dijo...

Tener la certeza de que la muerte nos ve desde su rincón, con trozos de carne atorado entre los dientes y sedienta de nuestro aliento, solo nos da ventaja sobre el resto que, por miopes, no la ven. GRAN texto maestro!

Juan Pablo Dardón dijo...

Es que se nos mueren los poetas tu, hay que protestar escribiendo. Un abrazo!

Lester Oliveros dijo...

Se fue la poeta y el escritor de fantasmas, algún día en el diario de la muerte. Abrazo broder.