viernes, 23 de noviembre de 2007

LA MUERTE A MEDIODÍA


Saben, eso de la muerte es cosa rara. Caminaba por la zona uno haciendo nada, rumbo a mi apartamento con una bolsa de carnitas en la mano y un bote agua en la otra y vi una de las escenas que más me han conmovido: una panel blanca con un ataud de madera.

En una sociedad tan desarraigada del asombro como en la que vivimos, eso es cotidiano, lo que motivó a este escrito fue el niño de traje gris, camisa blanca y corbatita roja que iba dentro de la panel, a la cabeza del féretro, con una de las ventanas corridizas abierta, sentado en un banquito, con una mano en el mentón y los ojos perdidos en la calle.

Detrás, un automóvil negro de vidrios completamente polarizados, construido para el luto, con algunas personas adentro, seguramente dolientes. ¿Qué hacía el pequeño adentro de la panel? ¿Por qué no iba con los otros adentro de esa noche rodante, siendo parte del cortejo fúnebre más patético que he visto? ¿Quién iba dentro del ataúd?

Detrás de ellos, un bus urbano con poca gente también de cara triste, tanto que pensé que era parte de la caravana. Pero no, ellos eran dolientes por otros motivos, la existencia, el año, la época, la vida. Sentí tristeza y no pude con mi almuerzo. Estaba vencido por una fuerza rara que me doblaba los hombros y que ahora que escribo esto empieza a aliviarse.

Sirva este texto a manera de abrazo para el niño triste que viajaba junto a su muerto. Ojalá lo entierre bien y que la pena no lo consuma. No nos consuma.
(IMAGEN TOMADA DE www.loquo.com )

domingo, 18 de noviembre de 2007

DESPEDIDA DE SOLTERO


Lo interesante de la noche fue que terminé hablando de deberes paternales con una puta. Las despedidas de solteros son un caldo de cultivo de historias, anécdotas para reir, mucho alcohol, bailarinas, tacones altos, tangas y testosterona en el ambiente. Tanto que se termina aullando.

Mi hermano se casa y nos juntamos a la tradicional y maratónica velada de beber como gitanos enlutados y hacer alarde de masculinidad en un club para caballeros. Elite VI, para ser exactos. Evitemos nombres de los asistentes para evitarle trabajo al juzgado de familia.

Barra libre y tomé de todo lo que me permitieron, ya que como ustedes saben y si no se los cuento, allí las cervezas son más caras, los tragos carísimos, una caja de cigarros un lujo y los tragos para las señoritas, realmente inalcanzables. Bueno, para un presupuesto de escritor, porque vi a varios extranjeros realmente feos colgando billetes de $20 en las tangas de fantasía de las chicas, al mismo tiempo que las invitaban a chupar... y también a beber. Y estoy casi seguro que no eran escritores.

La mecánica es sencilla: uno paga una cuota que se adecue a la billetera (que inicia desde Q100 con dos tragos y llega a los Q800 con all you can drink y lapdance de la niña de su elección... lo de niña es un eufemismo, claro, porque esas mujeres ya estan creciditas y bien lograditas. Bastante lograditas) y ya dentro es trabajo de las mujeres acercarse para buscar charla y que les compren bebidas, que valen Q150 una ridícula copa de un licor azul claro que brilla muy lindo a la luz negra. La mitad de esos ingresos son para la casa y la otra para la afortunada. A uno le queda un bochornoso y pesado boucher de tarjeta de crédito.

En fin. Reitero, las mujeres son bastante guapas y luego de tener que rebotar a un par que se acercaron porque ni millonario pagaría ese dinero por un trago y hablar con una mujer que no me interesa, nos dedicamos a las remembranzas del novio y a tratar de convencerlo de lo contrario, que no se tire al agua aun, salud, que la soltería, que hay muchos puertos que conocer, qué buena gente sos, mejor esposa no vas a conseguir, nos alegramos, salud, y fue la mejor decisión que tomaste.

La noche orgiástica de la despedida de soltero es un mito de película. Y nosotros tratamos de reinvindicarlo yendo a dichos lugares con la intención de contarlo luego entre hombres o escribir una crónica en internet. Al final de cuentas una nicaragüense alta de cara bonita insistió tanto en saber mis razones por las cuales no quería invitarla a un puto trago que le expliqué que era porque tocó pagar la inscripción al colegio de mi niño y si bien nunca me han asaltado en la calle los colegios casi que lo dejan limpio a uno.

"Yo también tengo el mío y tenés razón, es cara la educación pero lo vale por los chiquitos de uno", me espetó Dalila e intercambiamos opiniones como cualquier padre lo hace con otro en una cola de supermercado, la diferencia es que aquí sonaba Groove Armada a todo volúmen mientras un remolino de luces brillaba en el ambiente, una chica desnuda bailaba a lo lejos y la madre calzaba unas sexy plataformas y un body suit calado color rojo pasión, que hacía bonito juego con su ceñida tanguita.

Subieron a mi hermano al escenario, lo sentaron como rey en un gigantesco sofá, le bailó una chica y nosotros aullamos como simios, celebrando la testosterona y doliéndonos por otra baja en la manada de solteros. Para ese entonces los tragos los teníamos subidos completitos en la cabeza y mientras me terminaba mi vodka tonic antes de partir a la fría crueldad del mundo exterior, me recriminé no haberle pagado una ridícula copita de licor flourescente a una madre. Un brindis por Dalila.

jueves, 15 de noviembre de 2007

DE CHOFERES Y FILOSOFÍA


Nada como andar de arriba a abajo manejando. En algunos post anteriores toqué el tema y mostraba mi gusto por la carretera, esa maravilla. Ahora vuelvo a las andanzas por razones laborales y la costa sur se abre a mí con toda su fuerza: torrente sol, bocanadas de calor constante, gente en bicicleta, mujeres de pocas ropas y paisanos relajados, amables y de buena charla.

Manejar es una forma de vida. Desde que Ford y su modelo T saltaron a las masas en 1908, el ansia exploratoria humana se trasladó de los océanos y ríos (vías naturales) al mundo terrestre y sus venideras autopistas. Se cambió el suave deslizarse en el agua por el brincoteo de las piedras y el polvo.

La vida de un transportista ha de ser cosa de la poesía. Tienen mancillada la madre por el resto de nosotros que se la mentamos desde el auto cuando parsimiosamente van en el carril rápido, cuando se les descompone el trasto ese o simplemente por existir. Conste que no hablo de ese subgénero choferístico conocido como camionetero citadino o departamental, histéricos que poco a poco se convierten en asesinos en masa de las masas.

Si no del trasnacional, el que maneja 18 horas seguidas, haciendo paradas en caseríos sobre la ruta y comiendo diferentes comidas en diferentes países. ¿Qué pensará en esas soledades? ¿Hay necesidad o gusto en su oficio? ¿Cuántas amantes tendrá? Neruda habla del amor de los marineros que besan y se van, en este caso va acompañado de olor a fricciones, sudor de diferentes soles y un único y compañero dolor de lumbares que lo llevará a la ruina.

Es una logia que se contiene a sí misma con todos los problemas que tiene: tráfico de estupefacientes, inmigrantes, cargas robadas. Corsarios al mejor postor. Pero lo que me intriga es eso, lo que les come la cabeza o pecho: las ansias de no estarse quietos, el movimiento primigenio. A veces pienso en seguir mis impulsos narrativos y lanzarme a la calle. La experiencia de la carretera concede un tipo de sabiduría rara, práctica y útil unicamente para aquellos que saben lo que es el encierro.

lunes, 5 de noviembre de 2007

ANÁLISIS POP: IT´S BRITNEY, BITCH


Siempre la odié con ese odio particular que se le tiene al estrellato pop. Por su rubia cabellera, por los años como Musketeer, por representar al tonto desparpajo de la felicidad gringa. Por quitarme espacio en mis estaciones de radio, por invadir los charts de música y vestirse como colegiala católica / fantasía de strip club. La odié por ser un reflujo de Madonna y por besarla. Y con lengua. Kitch, insoportable, vocecita aguda, una Cocker Spaniel, mascota de los medios, flaca, barbie. Llegué a pensar que Britney Spears era mi karma.

Pero en el coliseo mediático hasta el consentido se convierte en carne de cañón, la diva, la princesa del pop, vio la caída de su casa en sus narices. No pudo manejar ni la fiesta, los desmadres, el alcohol y las drogas. Menos la frágil vida privada de una estrella.

Britney, la eterna niña hizo una travesura: se casó en La Vegas. Nada para escandalizarse, ya que algunos años antes su novio de manita sudada, Justin Timberlake, confesó que le pasó fierros, le dio golpe de estado (como dice mi amiga Carmen), la hizo suya, le enseñó de lo bueno, se comió la manzana (acaso la más jugosa del medio) y la hizo mujer. Confesaba esto en televisión nacional en el talkshow de Oprah.

Pero a ella no le caló, imposible que le calara, aun el eco de la niñez sonaba fuerte. Pero un casamiento así de inesperado hizo que la sociedad se relamiera los bigotes y a devorar a la presa. La cervata no supo qué le pegó.

Y vale todo. Hasta un vividor. Aparece en escena Kevin Federline, le zampa dos niños y al parasitismo. La desgracia se ensaña con la cantante y su vida se viene abajo en altibajos de peso, escándalos de la nada, peleas con la familia, una madre que aun quiere regalías por criar a una estrella, su divorcio suena más que sus canciones, sigue gorda, casi mata a su bebé, maneja imprudentemente, pinche celulitis, entra y sale de clínicas de peso y de AA.

La grandiosa estela de esta estrella se opaca. El brillo del cabello merma y se lo rapa. Se oculta a lamerse las heridas y a pelear por la custodia de sus hijos que están en manos de su ex marido, que lucra con cualquier cosa que pueda. Aparece este año en los premios MTV sólo para hacer el ridículo: ya no es la cabra que brincaba en el escenario mientras cantaba (ayudada de playback, claro), se mueve como borracha en tacones, tambalea, le tiene miedo a las gradas o a las caídas, que es lo mismo. Se le olvidan las letras de sus canciones, le tiemblan los ojos y las lonjas. Poco a poco una sonrisa se me dibuja en el rostro, “White trash”, digo para mis adentros, “está donde merece”. Fue el tiro de gracia a una carrera inventada por la inercia y el hambre del American Dream, de vendernos cuentos de hadas.

Pero hace como dos semanas, mientras manejaba escuché Gimme More y algo me molestó adentro. Miré el video y la espina se clavó más. Así que me fui a la sexta avenida de la zona 1 y me compré Blackout, el más reciente disco de la intérprete. Lo escuché una vez y para mi sorpresa no me molestó. Es más, me atrevo a decir que me hasta cierto punto y ciertas canciones, me gustó.

La producción es muy buena y el sonido no está mal. Entonces me senté a darme en el coco a pensar qué jodidos pasa aquí. Sin duda la industria Spears mueve y sus productores se dieron cuenta de algo: el ángel cayó. Se acabó el cielo y las alas son historia.

Por eso esa aura terrenal que tiene este disco, matemos a los cuentos de hadas y hay que meterle demonio a esto. Discoteca y demonio, vamos, no es Faithless, pero sí se puede bailar y bien. Las inclusiones de raperos es la efedrina que necesitaba esta mujer, es más, en el susodicho video ya tiene cara de mujer.

En Gimme More, sus ojos no brillan, miran con ese halo oscuro de los que tocan fondo y por eso me llama la atención. El menudo y musculoso cuerpo quedó atrás, ahora es una mujer de curvas y gorditos bien puestos, reales. Ya no hace acrobacias, se mueve lento (por miedo a caer de nuevo) y se viste, ahora sí, como lo que es: una mujer que le gusta el trago, el cigarro y el sexo. Se quita el top de cuero y enseña sus pechos de madre sin prole, los pezones tapados con cinta negra. Una escena me gusta, camina y se le notan unas sugerentes nalgas que se mueven al compás de la música. Nada que ver con los otrora glúteos de piedra que eran la envida de las fisicoculturistas.

Ese video la muestra como una Justine recién salida de las manos del Marqués de Sade: mancillada, rota, real, pelo negro, tatuada, mallas negras y tacones de bailarina. Pero no todo el disco está bien, vamos, hay ciertos temas que funcionan y otros que siguen en la nostalgia de lo que fue. Pero para que yo, irredento enemigo de la Britney, lo haya comprado pues algo me llamó la atención. Aparte que se inscribe en el movido género dance-pop que tanto gusta.

Del álbum les recomiendo Gimme More, Body and Soul, Perfect Lover, Tell Me What Your Sippin´ On y Get Naked. Nada del otro mundo pero no molesta los oídos.

¿Significa esto que soy fanático de la chica esta? No, simplemente les comparto un caso de esos que me llaman la atención: llegar a la cima, tocar fondo y producir algo interesante. Algo que pocas veces sucede en el mundo musical (en la literatura es al revés: se produce algo interesante, se toca fondo y luego con mucha suerte y haciendo jugadas estratégicas, se llega a ser estrellita pop, jajaja… no es así pero me gusta la idea).
La princesa del pop ha muerto, que viva la princesa.


(Imagen tomada de www.dooders.net)

GOMA ELECTORAL


Ver los cartelitos de propaganda me produce náusea, es como despertarse de una borrachera y al otro día oler la casa con aroma a tabaco y cerveza tibia. Me hubiera encantado que ya hoy la ciudad apareciera limpia, al menos de tanta politporquería o politiquería o como se llame.

En fin, el asunto es que por motivos laborales me ausenté de este espacio que tanto me gusta y donde escribo lo que se me de la gana (ahora anduve de corresponsal internacional... en lo que termina uno... pero ni modo). Así que me doy un ganado respiro y les saludo de nuevo.

Ya me puse al día y contesté los anteriores comentarios que tan amablemente me dejan a las cosas que escribo y como dicen los padrotes "la que es puta vuelve y con más ganas", me puse a escuchar el nuevo disco de la Britney y dentro de un rato escribo sobre eso.

Así que un abrazo para ustedes y feliz inicio de semana.
(Foto hueviada de www.rudygiron.com)