martes, 15 de abril de 2014

ANTES DE SEMANA SANTA


Es domingo en un restaurante de moda en las periferias de la ciudad y una señora almuerza sola, lee el periódico y pasa las hojas lentamente; se detiene en las páginas de chismes nacionales, lee de más la entrevista con un personaje intrascendente como todo en este país.

Es amable con los comensales, le adivino la soledad, mira a todos lados con la esperanza de ver materializada la cara de alguien conocido en el recinto. Es vivaz y sonríe constantemente.

Come opíparamente; es de generosas carnes y charla larga, que entabla con la mesera que le atiende con una rápida sonrisa y ciertos nervios de tardarse tanto en esa mesa y desatender al resto de comensales.

Su angustia es por un posible regaño del jefe de meseros que se adivina un cretino; pero todo será olvidado cuando ella deje un billete de Q200 como propina, pero más como retribución por escucharle un poco un domingo por la tarde en vísperas de Semana Santa.

Habla del gato, del lastimado gato de la semana pasada cuando unos trabajadores outsourcing para Claro lo lanzaron 30 metros por los aires y cayó con pocos golpes por la gracia felina de ser ágil y misterioso. Pocos, es decir, que se rompió una pata y los dientes. Pocos golpes para tremenda caída. Hasta un ave hubiera muerto.

“La gente es una eme; esos patojos son unos malditos mareros”, sufre la doña que se me hace tan buena persona. Una persona de fiesta, de vida, de noche. La creo con resaca porque deglute un jugo de tomate preparado con medio iceberg adentro. Suda.

“Son igual que esos animales del hospital que abusaron de un niño; son una eme todos”, sigue hablando para sí misma, y niega con la cabeza desaprobando esto, la sociedad que se desboca y ofende por un gato que sufrió de bullying, pero que se hace de la vista gorda con noticias como la del niño maltrecho para siempre.

Da más pereza desanudar las causas del delito al menor, que lo del gato. Y eso que yo me ofendo también, porque me gustan los felinos, pero lo del niño violado en un hospital es duro, durísimo. 

Y nos acostumbramos a eso, a las violaciones, a los desmembramientos, a los choferes muertos, a los 15 cadáveres diarios, al robo del erario nacional, a los periódicos con fotografías sangrientas, a dejar que las autoridades de la universidad estatal avalen el plagio como condición natural para la academia.

Una sociedad así procrea ciudadanos capaces de dispararle a los perros de la calle o de lanzar gatitos por los aires por el gusto de hacerlo, de manejar a 100 k/h en una ciclovía sin miedo de matar a un peatón o a un ciclista. Todo es sintomático, alegamos por esta tremenda resaca y que hay que eliminarlas del mundo sin entender que la noche anterior, nos emborrachábamos de ignominia. Con los licores del valeverguismo.

Ciudadanos incrédulos que votan por colores diferentes cada 4 años, pero por los mismos cretinos cortados con la misma tijera del nepotismo, clientelismo y corrupción. “El alcalde adoptó un caballo; parece que quiere seguir criando animales”, ríe la señora y mira a todos lados para ver si alguien escuchó su venenoso comentario, pero no.

Un partido de voleibol de playa sucede en ese momento; mira largamente al deportista de músculos cincelados, con tatuajes. Largo trago al jugo de tomate frío.

2 comentarios:

Miss Trudy dijo...

Fantástica tomografía a la mezcla de clase media buena gente, y el comentario superficial de terribles realidades nacionales. Más aún, si ese niño violado osó hablar, cuantos hay que han callado. Como es posible que en un hospital, en donde deben velar por la vida y bienestar de pacientes, los doctores y demás personal se esconda cuando notan que un niño es violado en su entorno y bajo su responsabilidad. A dónde ha llegado el lavarse las manos. En Semana Santa criticarán el resultado de la acción de Poncio Pilato, y todos hacen los mismo cada dia, no?

Juan Pablo Dardón dijo...

El horror, la sangre y el suplicio, amiga, es la semana santa :/ un abrazo!