jueves, 14 de marzo de 2013

EL HOMBRE QUE MIRA



La llamada a las siete de la noche del domingo, la voz de mi amigo Germán Albornoz me saluda al otro lado de la línea y hablamos y hablamos de tanto como siempre. Me cae bien Germán, es poeta y se ríe completo.

He escrito mucho sobre él, me parece un caso peculiar. Ha publicado sus poemarios en la periferia, es sociólogo, se maneja en bus, está casado, tiene un hijo, es un místico de los sueños y de la cosmovisión maya. Es ciego.

Es un tipo que vive de noche y tiene alegre plática. Empezamos a escribir juntos hace mucho tiempo y compartimos inquietudes sobre el arte. Sobre el acto de escribir, esa acción de ordenar palabras para construir poemas.

Las charlas eran largas y bebíamos Patxaran, el delicioso licor de endrinas que le enviaban directamente de Euskadi y bajo el influjo dulce de su espíritu, desgranábamos libros, teorías, poemas, poetas, artistas, noches, días y fechas.

Como todo en la vida, terminó esa época y tomamos caminos diversos los de La Troupé de aquellos años. Yo me hice periodista y me fui tras las historias del mundo de la cultura. En algún momento quise contar la de él y retomamos el contacto para una entrevista en la extinta Taxi.

El abismo de los años, nuevamente. En ese ínterin publicó sus libros Ínfima fortuna, Atardecer de la espiga, Noches enrarecidas y Los idiomas de la arena. Libros breves, de un intimismo hondo, de construcciones armónicas que hablan a aquellos elegidos por la nostalgia.

No hay en ellos una revolución de la forma, pero hay tiempo y eso se agradece en textos breves construidos para la reflexión. Es como tuiter, pero eterno. Hablamos de la vida personal de cada uno, de nuestros proyectos y yo calentaba la pasta que el sábado había hecho y él me hablaba de tomar cerveza a las nueve de la mañana.

Beso de la belleza impura es su más reciente proyecto, y quiere subirse al carromato de las publicaciones en línea. Le hablo de ciertas plataformas y a cambio me explica de su taller de poesía que llevará a cabo en un asentamiento de Amatitlán. 

Lo hace de gratis, hablar de poesía con gente que mira de cerca la violencia material, económica, social, política. Un Prometeo que lleva luz a la larga noche de los olvidados.

2 comentarios:

juan carlos lemus dijo...

conozco la poesía de albornoz. me gusta por su profundidad. buen post, cínico profesional. saludos

Juan Pablo Dardón dijo...

Saludos JCL, muchas gracias por la visita y el comentario. Nos seguimos viendo mano, un abrazo.