viernes, 22 de diciembre de 2017

ANTINAVIDAD PULP 2018

(Portada del comic policial Pulp, Estuardo Prado. Editorial X. Arte: Alejandro Marré, contiene ilustraciones del cineasta guatemalteco mexicano Luis Urrutia).

Siguiendo la tradición de este blog, les presento a continuación mi texto antinavideño 2018, el espíritu de la época me lo solicita y luego de leer el comic policiaco de Estuardo Prado que publica para estas fechas, pues era necesario. Espero lo disfruten y compartan con sus seres queridos, este mensaje de paz y amor y mucha reflexión.

Hace dos años Guatemala empezó un camino que nunca se había atrevido a tomar: el del cambio de las estructuras de poder, el cambiar las mareas políticas a las que se había acostumbrado. Guatemala empezó a pronunciarse luego de ser un país sometido por medio de balas y sangre, al silencio.

La población salió a las plazas para tomar lo que le pertenece por derecho: su orgullo, sus calles, su país. El país en que vivo, mi patria, empezó tímidamente a hablar, para luego gritar y exigir sus derechos perdidos.

La nueva primavera democrática estaba a la vuelta de la esquina. Los ciudadanos circulaban con la camisola de la selección nacional de futbol para darle un uso mucho mejor que el de los futbolistas.

Usarla era casi como ser un seleccionado nacional de la ciudadanía. La gente que asistía a las manifestaciones limpiaba su lugar, recogían la basura, cantaban el himno, hacían sonar las vuvuzelas, madreaban a los políticos, puteaban a los corruptos y maldecían a los apáticos.

A raíz de esos movimientos ciudadanos espontáneos, se crearon nuevos colectivos que estudiaron el fenómeno, se escribieron loas, poemas, odas, se entonaron canciones de protesta, se unió el empresario con el sindicalista, la feminista con el machista, el homosexual con el homofóbico, muchos abogados devinieron poetas, muchos policías, artistas; y muchos vagos, empresarios.

Guatemala era un semillero de oportunidades hace dos años y medio, encaramos el futuro con el pecho al sol, las manos ardiendo por trabajar por un nuevo porvenir, se hablaba de política en todas las esquinas, y los aires de cambio soplaban por las esquinas, llevándose los últimos rastros de apatía

¿Y saben para qué sirvió todo eso?

Para ni pura verga.

Guatemala no cambia, Guatemala no cambiará. Sigue siendo el mismo estercolero, el mismo chiquero engordando a los mismos coches de siempre. Este país es el maldito infierno y algo hicimos nosotros en nuestras vidas pasadas para haber nacido acá.

El ciudadano de a pie, el manifestante de los sábados, es un malparido en su vida cotidiana. Le da verga a su mujer y a sus hijos, es zalamero con el poder, un transa de mierda que si puede se salta todas las leyes incluyendo la más sagrada de todas: la ley del monte.

El guatemalteco tiene características que lo hacen un buen trabajador. Desde pequeños nos enseñan a ser excelentes “meseros”: serviciales, atentos con los extranjeros, con el otro, con el poder, sumisos, callados, prontos para los mandados, cristianos, pro estatus quo. Nos enseñan, que el otro, el igual a nosotros, es inferior, una mierda, el indio, el apestado. Nos enseñan que debemos ser arribistas y besarle la mano a su mercé el poder.

Ni hablar de las autoridades que nos gobiernan, que no son raza aparte - como cualquier biólogo extranjero que nos visite, pensaría - . Son la siguiente evolución del ciudadano de a diario. Los políticos son el último eslabón en la gran cadena que significa ser guatemalteco, un verdadero chapín de sangre.

El político chapín reúne todo lo malo de todos y lo potencializa a base de inyecciones de poder absoluto. Se vuelve nepotista, pero seamos conscientes: ¿quién en su reputa vida cotidiana no la ha sido, jugado para su propia camisola, apostado a yoísmo antes que a la colectividad?

La sombra ubiquista se cierne sobre un país: los buenos tiempos eran aquellos donde los problemas se barrían a tiros y se escondían debajo de la alfombra de la tumba clandestina. “Es una lástima que los derechos humanos se vinieron a cagar en todo”, rebuznan los idiotas apologistas de la pena de muerte. Me cago en ellos.

Los amados extranjeros, esos héroes que tanto estamos envalentonando, no van a poner el pecho por el país. Hacen currículo para irse a la verga, cosa que no suena tan mal luego de ver la realidad cruda, profunda, negra y maldita que nos toca vivir a diario.

Un oenegero de los países felices nórdicos me lo dijo en una oportunidad de una manera tan clara y que resume el sentir de muchos románticos que vienen a Guatemala a tratar de sacar el buey que somos de la barranca:

“Venimos acá y nos damos cuenta que el país tiene un potencial enorme y que será fácil, cuestión de pocos años, para que empiece a caminar y despegue. Las condiciones están dadas, hay potencial humano, inversión, empresarios, tejido social en construcción, ganas de hacer las cosas”.

“Pero de repente, de la nada, todo se cae. Y no es por nosotros, es por ustedes, por su forma de ser, de no tener principios para con su gobierno y con ustedes mismos: se roban el dinero de las ayudas, contratan amigos y familiares para hacer los negocios, lo quieren todo regalado, ya no quieren trabajar, se quejan y no hace nada”.

“Todo lo construido en una misión para el país, se cae por su clase política, los gobernantes, los empresarios sucios, inclusive los religiosos que se meten en los asuntos de gobernanza. Todo se trata de salir de pobres a costa de quien sea. Eso nos cansa, nos desmotiva. Es como vivir una película de Hitchcock día a día”. Eso me dijo.

La clase media es un hervidero de cangrejos que podemos ver en su mejor momento a la hora del tráfico: sólo velan por el derecho de su nariz, por su llegar temprano, por estar antes que cualquiera, por ganarle el puesto al otro. Hijos de la grandísima puta todos.

Y encima ultra religiosos, homófobos, xenófobos, lamen la bota que los patea. No vaya alguien a decirles lo contrario, que es COMUNISMO, SOCIALISMO, ANARQUISMO, POESÍA. Acá en Guatemala se reverencia al Ejército como un santo, cuando ha sido la mano más maldita que ha saqueado el país y asesinado a los que tenía que proteger. Insisto, hijos de la grandísima puta todos.

Asesinos, saqueadores, contrabandistas, narcos, diputados, ministros, presidentes, asesores. Los cargos más pusilánimes han sido ocupados por los militares más mierdas, que se encargan de opacar a sus mejores integrantes, apachan a sus mejores soldados, ocultan y ningunean a los militares éticos, los que están convencidos de su misión constitucional.

La ultra derecha asquerosa evitando que se combata la corrupción porque es beneficiaria directa de ella. Recerotes. La ultra izquierda discursiva y posera atascada del cuerno de la abundancia cooperante, los intelectuales teorizando con single malts, abajo el capitalismo y salú con Zacapa Centenario. La inacción de la media moderada camina a empujones, miedosa, recibiendo piedras de ambos lados. No hay un puto consenso.

¿Y yo? También voy este barco, no me eximo de culpas, fallo, cometo errores, pero aprendo y trato de redimirme. No tengo la verdad, ni la solución: pero tengo ojos y veo, escribo esto para ponerlo sobre la mesa: somos los apestados de nosotros mismos.

En este contexto, de esa rabia, de ese devenir de sucesos asquerosos, salen escritores como Estuardo Prado que nos ponen un espejo para que nos veamos desnudos y feos como somos. La literatura de Prado no puede ser llamada alucinante, ni artificiosa, es lo más cercano que tenemos al realismo social. Pero en ácido.

Es muy fácil reír con las situaciones inverosímiles que propone el autor: dos ángeles que pelean por el alma de un cristiano a unos metros sobre su cabeza, dejando caer mientras tanto, gotas de mierda sobre el afectado.

Pues ese cabrón en este cuento, llamado Maximiliano Pérez, reencarna a todo un país, es el nombre de toda una sociedad llamada Guatemala. Estuardo Prado, nuevamente, no hace otra cosa que describírnosla.

Antes pensamos que Estuardo era un escritor con una mente fantástica que utilizaba la realidad para llevarnos a escenas de un barroco psicodélico, pero no, cada vez se convierte más en el cronista de un tiempo imperfecto.

No condene a Prado por lo que escribe: es su espejo. Véanse desnudos, fofos, ciegos, sumisos. Así mero, calladitos y bonitos, haciendo cola para empacar regalos. Feliz Navidad.

1 comentario:

rene villatoro dijo...

No podría estar más de acuerdo con tu opinión Juan Pablo, así somos y así nos va.