viernes, 9 de junio de 2017

TINY DANCER / UGLY DANCER


Siempre quise bailar. Pero la vida me negó ese privilegio, ese don. Hay gente que sabe pintar, otros bailan, otros arman cine. Yo escribo, acaso el más inútil de los dones.

Tengo el super poder de escribir. Describo cosas que veo y eso, pues, no tiene mayor mérito. Quedarse sentado mirando a la nada, vaya talento.

- Bienvenido a los Xmen, ¿cuál es su superpoder?
- Quedarme quieto mientras veo cosas y luego las escribo.
- Entiendo, te sentaremos en esa esquina y míranos jugar. Haz lo tuyo y nadie te irá a hablar. Te llamaremos Raro.

Pero miren al bailador, al trapecista, el bailarín, el cisne ese de cuello largo y plumas por dedos. Me da envidia, en serio que sí. En las fiestas era el sentado, allí aprendí a ver a los demás, a describir sus danzas.

O sea que me hice escritor por eliminación de dones. Vaya mérito.

Con lo que me gusta la música no saber bailar es ser un incompleto. Y he tratado, créanme, clases, aprendizaje en pista; nómbrenlo, lo he hecho. Brujería incluida.

Inclusive hay mujeres que me han dicho que ellas me enseñarían a bailar de una vez por todas. Fallaron. Es como querer cambiarme.

Mi estilo de baile, que bailo a pesar de todo, es anarquista. Fabrico estertores en la pista. Es divertido, pero quisiera hacer más, y no puedo. Bailo salsa como alma en pena, cumbia cual palmera en tormenta. El tango para mí, sería como practicar mis temblores de agonía antes de morir.

Me hubiera gustado bailar, estudiar mi cuerpo, estirarlo a los límites. Tengo tamaño para ello, sería un largucho balletista, mi piel brillante de luz y sudor, elaborando una voluta en el aire. Volar.

Un danzarín de barba. Sexy. O al menos así me quiero creer. Luego me veo al espejo y se me pasa.

Pero como les dije arriba, soy un común. Y me acuerdo de esto y lo pienso cada vez que escucho la canción Tiny Dancer, de Elton John. Que se hizo famosa allá en el año 2,000 con la película Almost Famous.

Pero, obviamente, la trascendencia de esta canción data de hace 45 años cuando un estrambótico Elton la cantaba llenando estadios.

El tema es dulce, con una remembranza nostálgica de pareja en los instantes álgidos, esos picos de amor donde se tiene la certeza de la vida. Y de la caída.

La canción fue escrita por Bernie Taupin y la música, obvio, Elton. La historia narra la primera vez de una pareja que llegara a Los Ángeles y ella baila por las calles, ella es bailarina y él, músico de rock.

La cotidianidad abordada es la de la derrota, la melancolía que vendrá luego de la separación. Nada es para siempre, y todo es para siempre.

Cada vez que escucho esta canción me imagino bailando por las calles. Y ahora puedo verlo a través del video de la canción que, al fin, tiene uno oficial. Fue patrocinado por Youtube y cuenta la historia de una docena de personajes.

Todos cantando, sentados, viendo. Haciendo lo que hacen los escritores: imaginar.

Algún día, podré bailar.

Hold me closer, tiny dancer…




martes, 6 de junio de 2017

EL DISCURSO DEL REY THÉODEN



He tenido desde niño gran fascinación por la vida de caballería. El mito del rey Arturo me cautivó desde pequeño, esa leyenda de las andanzas de su padre Uther Pendragon, Merlin, Morgana y la traición a Arturo de parte de Lancelot con Ginebra.

Recuerdo leer las correrías del Cid Campeador y su heroísmo en las guerras moriscas, recuerdo las caricaturas del Pequeño Cid. El Quijote me abrió los ojos a la tristeza y a lo patético del mundo y sus héroes. Los cosacos, la literatura de Gogol, me trajo el gusto por cabalgar la estepa.

Dominar un caballo es el triunfo del hombre sobre la bestia y dominar la guerra sobre un batallón de caballería es dominar al hombre con la bestia. Es el triunfo del acero en una mano, y la rienda de cuero sobre otra. Así se erigieron todos los grandes imperios, todos.

Todo esto terminó en la Primera Guerra Mundial con la ametralladora.

Antes de la batalla, siempre hay un discurso para llenar de coraje lo que el instinto de conservación primario ordena: huir. Esos llamados al coraje lo hacen los reyes (los de a caballo, no las efigies modernas de las casas españolas e inglesas) y los grandes generales. En el Señor de los Anillos, hay uno que me eriza.

Es tan potente que se puede traducir como un poema muy a los que traducía a diario Constantino Kavafis y su amor por la literatura griega clásica harta de dioses del Olimpo. Así que acá les comparto mi traducción libre del discurso en forma de poema. Demás está decir, que lo seguiría al rey en batalla.


EL DISCURSO DEL REY THÉODEN
(J.R.R. Tolkien / Traducción por J.P. Dardón)

Adelante
Y no teman a la oscuridad
Levántense
Levántense jinetes de Théoden

Las espadas temblarán
Los escudos se astillarán
Este es un día de espadas
Un día rojo
¡Antes que salga el sol!

¡Cabalguen ahora!
¡Cabalguen ahora!
¡Cabalguen!

¡Cabalguen por la ruina
Y el fin del mundo!

¡Muerte, muerte, muerte!
¡Adelante Eorlingas!