miércoles, 17 de junio de 2015

LOS IMPERFECTOS

(FOTO RICKY PETESKI)

Contrario a las madres, los padres somos imperfectos. No, no es una queja estereotipada, es un hecho y poniéndolo en perspectiva, los atributos maternales nos golean y nos ganan el pulso.

Nunca estamos, no sabemos, no tenemos tiempo, estamos cansados, somos insensibles, haraganes, malhablados, adictos a la televisión, enganchados a la noche, colgados de libros que nos ofrecen mejores mundos que estos, estamos prendidos a los sobres que estratégicamente aparecen los días 5 o 26 de cada mes con cuentas y deudas.

Somos los oídos sordos a las quejas, ogros del tráfico; roncadores del sueño, los silenciosos en las cenas, los que tienen los ojos caídos porque perdió el equipo, o el equipo del niño, el que habla en la misa, el que no puso atención a la reunión, el que desprecia la cena familiar, el que odia ponerse el saco para el cuchubal. Vestimos un traje de ausencia para cosas triviales e importantes.

El que jamás va tirar esa camisa vieja que le recuerda un tiempo irresponsablemente bello, el que le da cerveza al perro y al amigo, el que se le escapa la vista tras la flaca que pasa oliendo a azahares, el del comentario impropio, el que dejó las llaves adentro del auto encendido cuando iban de vacaciones, arruinando para siempre los 30 de junio.

El de las manos grasientas y duras como un héroe, el de la pluma que paga todos los errores por medio de la literatura, el de la pluma que paga todos sus errores con un cheque, el que borracho chocó y dejó sin auto a la familia. El que dejó sin auto a la familia para pagar una ignota deuda. Ese que pone sus discos de música rara como un escudo.

Somos los que no conocemos los vasos y nos empinamos el bote del jugo y de la leche, los que lo perdimos todo todo todo en el negocio y sonreímos estoicamente mientras afuera los ángeles del apocalipsis truenan las trompetas. Vivimos con miedo al derrumbe.

El que casi se muere prematuramente por comer muy mal, el que dejó salir al perro y nunca regresó y tuvo que soportar la culpa y su propio llanto porque lo extraña. El que miente para no herir las esperanzas de los críos, el que miente para llegar a fin de mes. Los que odian las reuniones escolares porque los maestros no entienden que los niños serán niños.

Somos esa mujer que tiene que hinchar los huevos y hacerla de los dos papás porque otro huyó dejándola con una estocada, somos esas lágrimas que no conocen género. Somos el daño y lo peor, el egoísmo y la cobardía.

Somos los que gritan al pequeño sin que lo mereciera, somos esos breves, apagados ogros que con nada explotan y luego besan las frentes de sus niños asustados cuando duermen. Somos el arrepentimiento.

Somos los que estamos dispuestos a ser esa figura errabunda y errática, desconcertada a veces, amorosa siempre, que sabemos que las madres son igual que nosotros en sus aciertos y errores, pero que decidimos interpretar este papel a palos de ciego, dejando el protagonismo de lado.

A pesar de todo, tratamos. Puta madre que tratamos de superarnos a nosotros mismos a pesar de nosotros mismos. La lucha es acá adentro y no cesa hasta acostarse en un ataúd.

Por eso son ustedes héroes anónimos, luchadores de mi alma, mis amigos y hermanos, soldados de la cotidianidad, titanes de la perseverancia que malabarean, capaces de cambiar nuestra realidad y toda una sociedad.

Feliz día imperfectos.

lunes, 8 de junio de 2015

LUNES DE SUPERMERCADO EN LA NOCHE



Que la vida es esto y nada más. No hay genio en los lunes que pasas al supermercado a comprar las breves cosas que hicieron falta el domingo. Ya para qué, no son necesarias porque las necesidades y el antojo de hace 24 horas no son los mismos que la desidia de este instante.

Está lloviendo y tengo una faringitis aguda culpa de la natación y gritar en el partido de fútbol del sábado, me da fiebre, accesos de fiebre que me hierven momentáneamente los ojos y me hacen sudar como si todas las enfermedades del trópico quisieran salirse de mis poros. Una caja de pandora viviente. Una momia viviseccionada.

Tomo la canasta azul del supermercado y repaso el listado por dentro. Necesito pan, tocino, champú, irme lejos, inmolarme al sol, galletas. Hombres tristes circulan en una marea lenta por los pasillos del super a las ocho de la noche, somos varios y algunos llevan la corbata derrotada, colgada de un cuello para no irse a la mierda.

Veo un punk que ha visto mejores días, pero ¿cuándo un punk, lo ha hecho? Igual, este está en la mierda porque empuja una carreta llena de pañales y artículos de bebé. Bienvenido a la vida, hermano, allá afuera no son tres acordes ni rabia, es llanto y caca de bebé. Es una mujer niña que te mira descocida en sus piercings pensando que ya nunca se fueron al CBGB cuando hace años fue demolido.

Me río lentamente al ver al crío más perdido que yo. Allí un conductor de televisión que siempre va sonriente y ama a los animales y es marica, saluda a todos porque es su deber hacerlo, es su prerrogativa, es su secreto, es su sueño que anhela más que nada. El universo conspira si tu te dejas. Yo tengo la barba desaliñada y whisky dentro de la canasta azul.

Qué va, allá la única clienta de esta manada de divorciados que damos vueltas por no hacer nada. Es guapa y tiene tres niños con su esposo, tiene problemas con su hijo más grande. Lo sé porque fue la psicóloga de mi hijo y sincerándose conmigo me lo hizo saber para que yo me sincerara. No supe que decir. Dos citas después mi hijo pidió cambio de terapeuta y ella me culpa a mí. Me ha volteado la cara con desagrado.

Tip para conocer a un divorciado: toma una hogaza de pan y la examina. No sabe nada de panadería, busca la fecha de vencimiento, la más lejana para elegirla. Los divorciados elegimos las fechas más distantes para darnos tiempo. Tiempo a que las cosas se pudran lentamente y que logremos consumirlas. Yo siempre quiero mi casa llena porque así me lleno yo.

Podría sobrevivir con lo mínimo. Pero no. Tengo dentro del refrigerador un manojo de tomates manzanos arrugándose, albahaca ennegreciéndose, queso fermentándose, jamón curado, curándose más, jugo de naranja bordeando peligrosamente convertirse en ácido cítrico al cien por ciento, galletas aguándose, y una cuenta de energía eléctrica, sumando y sumando.

Por las noche salgo con un bote de insecticida a rociar animalejos rastreros, a escuchar al vecino de arriba escribirse tres horas seguidas con su novio, a sentir el aroma de tabaco del vecino de al lado que le dejó la mujer con su bebé y ahora sólo fuma el muchacho, fuma y fuma. Bienvenido a la vida, hermano.

Llueve y es hora de irme, sin antes comprar antihistamínicos para que me den sueño y me duerma con la televisión encendida, para tener alguna voz que me hable y hable hasta el hastío, que es lo mismo que el sueño, ese refugio para pasar la página diaria.

Destapo el paquete de tocino y parado veo como lentamente se empieza a freír, flotando en sus jugos grasientos, le doy vuelta, y otra y otra. Una rodaja de pan y lo pongo allí. No me he movido de frente a la estufa, no necesito otro lugar, sirvo un largo y rubio chorro de whisky en el vaso y me tomó los antihistamínicos.

Sabe bien mi pan. Está crujiente y grasoso. La vida es esto y nada más.

lunes, 1 de junio de 2015

LUNES CÍVICO


(Foto tomada el 25 de abril de 2015, para la primera manifestación. JPD)

Anteayer sábado 30  de mayo, mientras estaba trabajando, miraba en redes sociales la épica que sucedía en la Plaza de la Constitución: 18 horas de manifestación. Esto, no lo he había visto nunca y el único referente que tengo es la Primavera Árabe donde hermanados, cristianos y musulmanes, abrazados, cambiaron el curso de su país.

Y me recordé al ver a tanta gente parada de cuando yo era niño, de los famosos, infames y aburridos, lunes cívicos. En la década de 1980 se vivían golpes de estado a cada rato y los gobiernos militares de facto, solicitaban en patrio ardimiento, realizar todos los lunes un acto “patriótico” donde se cantaba el Himno Nacional y se realizaba la jura a la bandera.

Actos por demás inútiles, engorrosos y cansados para alumnos de la primaria del Liceo Javier, donde estudié toda mi vida. Demás está decir que a la creación lírica de José Joaquín Palma, era cambiada a cada rato por nosotros niños aburridos de cantarlo y la letra variaba a matices chistosos y vulgares.

Vaya forma de ser rebeldes, diría algún preclaro de izquierda, o vaya forma de mancillar la república, “algotro” estirado derechista. La verdad, es que era pura travesura. Y la otra verdad es que odiábamos tales actos, los maestros también tenían la cara en las circunstancias debidas, máxime cuando un helicóptero patrullaba en las mañanas por los colegios privados asegurándose que los estudiantes mantuvieran la rectitud en el patio alabando a la gran patria.

El país cambiaba de gobiernos militares y todo seguía igual. Es más, se llegó a la época democrática, y todo ha seguido igual. Poco ha cambiado en esta tradición donde los políticos y empresarios corruptos se sirven con la cuchara grande de un país rico, riquísimo en recursos humanos, naturales y económicos.

Ahora este año con el gran despertar del pueblo de Guatemala, las cosas han cambiado. Para empezar, los políticos de factura tradicional (es decir, todos) temen que la fiesta se les acabó. Es tan impensable eso, que los partidos políticos piensan que este movimiento ciudadano, apolítico, natural, sin caudillos, es campaña negra de alguien más, para contra ellos. Y me gusta eso, hienas malditas que se desgarren entre sí.

LÍDER, piensa que la UNE, los ataca, o que es el mismo CREO, quien les sabotea los mítines. Mientras que el PP atribuye esto a LIDER, pero tienen pactado la transición de mando bajo de agua, aunque TODOS, asegura que es vendido por VIVA, y el MR, mejor no se mete porque ya siente que hasta el FCN NACION, les puede robar votos. Ah, y que todo esto es complot de cubanos, norcoreanos y el Ché Guevara que lanza órdenes por medio del juego Charlie Charlie.

Y así un largo etcétera, donde los nefastos políticos no pueden entender que somos CIUDADANOS, los que vamos por nuestros medios, invertimos en parqueo, apoyamos la economía comprando vuvuzelas, cintas, pitos, cartulinas, marcadores, imprimimos y gritamos nuestro descontento.

Los que hemos ido a la Plaza de la Constitución (Parque Central), lo hemos hecho porque estamos convencidos que esto debe cambiar, tiene que cambiar y cambiará. Personalmente, yo me comprometo a velar por eso, a documentarlo, a escribirlo a evitar que esos ruines nos hipnoticen y nos duerman con la maestría que aprendieron a través de años y años de estarnos abusando como país.

Me gusta que todos los sectores se hayan pronunciado respecto de cómo queremos esta Nueva Guatemala, tanto izquierda como derecha, ricos y pobres, ateos y religiosos. Me hincha de orgullo ver a los católicos con sus banderas y armados de rosarios, me hincha de orgullo ver a los evangélicos tomados de la mano en las mañanas antes de las manifestaciones, orando y tirando buena vibra en la cancha que más tarde, espera a 50 mil almas fuertes.

Esa es la religión que me gusta, la propositiva, la dialéctica, no la propiciadora del estatus quo, no los pastores vestidos de sastre orando por la Gran Ladrona, no por el vicario bendiciendo al rancio abolengo empresarial que aliado con el político de turno, saquea a los menos favorecidos.

Estoy orgulloso de todos ustedes guatemaltecos que han dejado los guantes de lado y se han venido a la Plaza. Me molesta, eso sí, ver a los mafiosos sindicatos hacerse de la vista gorda, ver periodistas que llaman al divisionismo, nuevamente. Pero son pocos y su tiempo llegará también y tendrán que responder por sus actos.

Yo no soy un acarreado, soy un individuo pleno en mis facultades mentales y físicas, un empresario generador de empleo, estoy a favor de las reglas claras, quiero pagar impuestos y saber que van a ser invertidos para que esta carreta progrese. Quiero ganar dinero y que otros ganen dinero, quiero tener salud, seguridad, justicia y – por qué no – amor, y que otros lo tengan. Esa es la Guatemala que quiero y que todos queremos.

No pude llegar el sábado pasado pero he llegado los anteriores y seguiré llegando hasta donde tenga fuerzas, simple, acá gana el que persiste y la política tradicional y mafiosa, se resquebraja, no paremos de ir, de exigir, de tener buen humor, de bailar y proponer.

Y aquí estoy, parado como hace 30 años frente a una bandera de Guatemala, entonando un himno, escuchando sus palabras y sintiendo una energía de cambio que me emociona. Este es un acto cívico y por eso se me llenan los ojos de lágrimas cuando miro a otros cantar lo mismo y generar esperanza, y cambio y futuro.

Quien fuera a decirlo, que por mis propios medios (yo, el Gran Apático), estaría asistiendo a un lunes cívico, a un martes, a un miércoles, jueves, viernes, sábado, domingo. Y nuevamente lunes, como hoy, porque esta fiesta no para. ¡Qué dichoso me siento de vivir este tiempo, amigos, compañeros, hermanos próceres! La independencia se pelea a diario, ¿o no?