viernes, 28 de febrero de 2014

LAUDES


ya tengo dinero para comprar
pero las tiendas que quiero se perdieron
no encuentro aquella venta de discos en la avenida las américas
ya no puedo llevar a la chica que me gusta a comer pizza y cerveza
las tiendas que quiero se apagaron y únicamente

queda la cera derretida de la luz que fueron

me afané tanto para lograr la felicidad de ese entonces
que ahora el rompecabezas no encaja

visité a los tatuajes
al minúsculo local en la décima avenida
donde cabía el tatuador y el cliente
con media vida afuera en la calle 
el de la pared rosada y una puerta de polilla
un libro tenía el dragón que viviría en mi espalda y brazo
y la página 76 del muestrario ya no estaba
y el muestrario ya no estaba en la mesa detrás de la vitrina con aretes
y los aretes se habían esfumado para siempre y las ventanas limpiado
y el local vacío me miraba con los ojos muertos del pasado
con la viveza del cuero quemado y marcado con el olor de aquello que resplandeció un día
el carbón calienta el hierro y los vaqueros lo hunden sin piedad
en la piel de un ternero que tiene ya un dueño entonces
el pasto es verde como los ojos del mayoral
la hoguera a lo lejos es un horizonte que no se curva
el mar lo escucho aún reventando contra el cerco de la playa
gritando no marquen a las vacas
tráiganlas a mí que las haré orcas que se defiendan
un ganado de fuerza y venganza
y yo voy caminado lentamente con las botas de cuero mojadas
y miro a la sal hacerse olas
he respondido al llamado pero no me otorga el paso
yo tampoco quiero ser marcado por el hierro de los hombres
he caminado a la playa
y el océano me dio la espalda por ser cómplice
e instaló dos krakens a guardar el paraíso prohibido
dieciséis espadas de fuego aseguran mi exilio

tengo dinero
tengo dinero me repito
sentado en una banqueta mirando atrás
y el vulgar color rosado de un local vacío de tatuajes me refleja
recuerdo el aroma de las portadas de los discos nuevos
que ya nunca compraré
el celofán truena bajo mis huellas

un niño de la calle se sienta a la par mía
yo fui eso
vaya cosas

jueves, 20 de febrero de 2014

EL BUDA URBANO


subí una vez un volcán cerca de la ciudad
era de agua o así dice la leyenda
yo lo vi espeso como la tierra y su sabor era la sangre
que yo escupía del cansancio
me arrastraba necio hacia el cielo intentando la salvación
en esos años

me gustaba una chica
y le dije que a la noche le haría señales de luz
desde la orilla
de ese pantagruel harto de tragedia

a través del manto oscuro, le dije,
tejería hilos de luz para ella rumbo a su terraza
que saliera a medianoche a verme disparar una linterna
que mataría los kilómetros los 60 kilómetros que nos hendían el corazón
tanto como el frío mordía la carne quemándome

era un cursi -

vencí los centígrados que me abrazaban
susurrándome las dulces palabras de la hipotermia
y temblando quise escribir con luz un mensaje a una civilización
que yo suponía lejana y enamorada
cuando yo era un radiotelescopio titilando un mensaje negro
de conquista y destrucción porque ahora sé que yo no vengo en paz

lo que vi desde la cima fue
una ciudad ardiendo desde siempre
ángeles de espadas en llamas cortando miembros a los distraídos
adanes y evas atados con serpientes y babeando conocimiento
apóstoles disparando el evangelio al cielo
y las balas en picada sobre los incrédulos

así, se repitió el milagro de Lot en mí

en esa ciudad brillante que caminaba como lava en un valle
encendiendo a los hombres
la luz devoraba a las esquinas y los autos corrían desbocados
un rebaño de caballos rabiosos con espuma

no me hice sal
me hice mar
no la hallé a ella perdida en ese juicio final que aun no termina
me hallé a mí
era imposible hacerle luces a la distancia
tomé la linterna y me iluminé
en el pelotón de fusilamiento iba disparar y cuando ordenaron fuego
me puse el cañón bajo la barbilla
pero esos centímetros son enormes y la bala no me alcanza aun

vi una ciudad explotando lentamente
miren esas esquirlas vendiendo flores en los semáforos
sientan ese fuego en la ventanilla del banco
la onda de choque de un bus empujando el tráfico
la metralla asesina de la señora que compra el pan
el sonido que rompe los tímpanos cuando se vende un televisor
todo esto está explotando de una forma moluscular
estamos ejerciendo los sueños de un caracol

sigo en ese cráter pero ahora en mi pecho
tengo que bajar de esta cruz de tierra
tengo que bajar para empezar a vivir o la muerte
no me alcanzará jamás y yo quiero morir
en el arrebato de los cuerpos

amor
estoy iluminado

martes, 18 de febrero de 2014

HER


La soledad es la constante en el ser humano, se viene solo a este mundo y se parte solo. Aun así sean gemelos o trillizos o más, el nacimiento es una experiencia única para cada uno de los bebés. O si se muere, por ejemplo, en un accidente de avión, la muerte será una experiencia personal e irrepetible. El alfa y el omega es la soledad, amigos.

Si bien nuestras cualidades de asociación nos hacen gregarios, es estando en estado contemplativo – y eso se logra únicamente estando solo - que acuden las grandes preguntas existenciales. El estado contemplativo es lo que permite la existencia del arte, de la ciencia, inclusive lo religión.

Pienso esto porque Her (trailer acá) es una película un tanto metafísica donde amalgama la búsqueda eterna del amor con la tecnología y como reemplaza la interacción humana por el ideal que cada uno tiene en mente de cómo se debe amar. Es una película sobre la soledad y porque no, un tanto esquizoide agresivo-pasiva. Spike Jonze se luce con diálogos inteligentes y tomas largas muy melancólicas. La soledad nuevamente, como musa.

Jonze es el mismo de películas como Being John Malkovich (1,999) y Adaptation (2,002). Destaco estas donde llevó a la gran pantalla guiones escritos por Charlie Kaufman (Oscar por mejor guión original por Eternal Sunshine ofthe Spotless Mind en 2,004) donde parece replicarle la fórmula a él, mi guionista favorito.

Her la escribe Spike Jonze y lo hace bien. Es una utopía futurista con aires de convertirse en distopía amorosa, al mostrar lo que sucede cuando las relaciones humanas se atrofian por el mundo moderno y el egoísmo. Es un filme intimista y un poco moral sobre el uso de la tecnología y cómo nos aliena del otro. Todo mundo lo hace broma pero en este caso, se toca vidas humanas a gran escala.

La soledad es la “energía oscura” que une a cada ser humano, que como dijo ese enorme poeta místico inglés John Donne “Ningún hombre es una isla por sí solo / Cada hombre es una pieza del continente / Una parte del todo”. Acá en este filme la tesis de la soledad es un poco ridícula: es como ahogarse en aguas mansas cuando sólo hay que levantarse. Presto.

Acaso lo que más me gustó de esto fue la ambientación retro futurista en Los Ángeles, una ciudad de la que guardo muchos y buenos recuerdos (no, no fui cholo, ni creep, ni blood); los aparatos simples y sistemas operativos minimalistas, es genial. Muy bien logrado.

Theodore Twombly (Joaquín Phoenix) es un escritor de cartas personalizadas (esos trabajos soñados del futuro) que está atravesando un divorcio y se encuentra en un estado depresivo hasta que actualiza el sistema operativo del teléfono/computadora.

El sistema le hace preguntas poco convencionales como si es social o no, o cómo es la relación con su madre. Una clara alusión a la teoría freudiana corriendo de la mano con Edipo. Escoge una voz femenina (Scarlett Johansson) la cual se convierte en su asistente personal, una especie de Siri de Apple pero sexy, inteligente, diligente y complaciente.

La banda sonora se acopla perfecta al ritmo narrativo del filme y es gracias a Arcade Fire (una muestra). Es una buena opción para verla en soledad, abrace a su celular que pronto podrá hacer más que ver redes sociales. Los fetiches están a la orden del día y no se puede quedar atrás, vaya con la marea de los tiempos y disfrute.

jueves, 13 de febrero de 2014

RELATO DE UNA TARDE CON UNA BEBE EN EL CENTRO HISTÓRICO

(Todas las fotos fueron tomadas ese día por mi persona.) 

Les quiero compartir una historia de amor nada convencional y muy íntima. Cuando yo tenía seis años conocí a mi hermana pequeña. Nació y era una bebe tranquila y amorosa. A los ocho meses de nacida, una plaga de encefalits viral mermó a los recién nacidos y bebés menores de un año de edad en la ciudad de Guatemala. Conocí a un amigo en el colegio que su hermana no la sobrevivió. La mía, lo hizo a duras penas con secuelas de por vida: la mitad de su cerebro quedó inservible culpa de temperaturas superiores a los 44 grados.

Se convirtió entonces, en una bebe para siempre, nunca creció mentalmente y tiene 14 meses de edad - según el neurólogo - pero su desarrollo fisiológico es el de una persona de 32 años. Es una infante en un cuerpo de mujer. La fuente de la eterna juventud está en la tragedia y no en un lugar. Tarde lo descubrió Juan Ponce de León con una flecha envenenada en el hombro, muriendo en La Habana.

Ella ha sido un misterio para mí, no habla ni camina y me ha tocado cargarla de arriba a abajo, he aprendido a manipular el gran barco vacío de su cuerpo. Vacío de futuro, vacío de tristeza, de pena, de maldad, de derrotas, de fracasos, de éxitos como el mundo moderno lo define.

He aprendido que los ojos comunican en silencio y un balbuceo derrumba cualquier argumento. Ella me ha enseñado a encontrar el amor sin necesidad de la pasión arrebatadora y necia de la carne, ese vicio. Ella está atada a una cama de por vida y a lo que otros dispongan de su suerte. Me ha tocado espantarle los zancudos que le pican en verano, así de indefensa es; y cantarle canciones ridículas que sólo nosotros entendemos. Ha sido un gran misterio, les repito.


Y como tal, curioso que soy, he intentado de cualquier manera investigar, consultar, que es lo que pasa en su cerebro de eterna infante. Los neurólogos y psiquiatras me hablan de conceptos grises y puedo intuir que más que explicar, inventan. Decidí entonces encontrarle explicación a mis dudas en la literatura, decidí que esto únicamente lo explica la poesía.

No hay ciencia, sólo arte, cuando las preguntas de los hombres se inmiscuyen en callejones cerrados a la comprensión tautológica. Me desvelo pensando (inventando) lo que sucede en su cabecita risueña y de cabellos negros ensortijados, al punto que el poema que abre mi primer poemario escrito, está dedicado a ella. Se llama “las tumbas de mañana” y está en mi libro Breves conversaciones de la sicosis (Editorial Cultura, 2006).

No busco piedad ni compasión en esto que les cuento – no lo necesitamos -, pero sí quería compartirlo. Escribirlo es una deuda con ella y a esa pregunta sin respuesta que me acosa desde niño. Afortunadamente no le falta nada, porque tiene una familia amorosa y entregada a ella. La más pequeña, mi sobrina, le trata con amor; inclusive, la mascota - una Schnauzer - le saluda lamiéndole la mano. Y ella ríe.

Siempre ríe, su vida es la sonrisa. Su carcajada es una explosión inocente que me mantiene al hilo de los tiempos. Es cursi lo sé, pero como tal, es real. La levanto sobre mi hombro, la cargo a la camioneta especial para ella y salimos a pasear. La bajo al centro comercial y ella mira todo como nuevo a pesar que la semana pasada estuvimos allí. Y me la traje a zona 1.

Nos quedamos en el parqueo de la 6a. calle “A” y 11 calle. Bastante amplio para poder maniobrar a alguien de esas condiciones. La bajé y fuimos a Los Canelones a comer carne asada. Los comensales se desviven en ese momento por la semifinal de la Copa del Rey del Real Madrid contra el Atlético de Madrid.


Cuesta maniobrar a una persona impedida en un restaurante de pequeñas dimensiones cuando se encuentra abarrotado, y gracias al poder del futbol, no somos el foco de atención como regularmente sucede cuando salgo con ella. Las personas la miran como se mira a esas personas, como si fueran extraterrestres, o un striper negro en despedida de soltera del club de mujeres del Ku Klux Klan. A algunos les da curiosidad, a otros alegría, a otros asco. La naturaleza humana es una perinola.

Mientras traen la comida, yo le acaricio los cabellos crespos y negros como yo solía tenerlos. Sufre convulsiones por las noches y son tormentas negras que le hacen morderse los labios, los ojos desorbitados buscan algún asidero de este lado del mundo y lejos de los avernos que son las neuronas heridas para siempre por una fiebre de hace 32 años. Ella sufre y lo hacemos los que convivimos con ella, pero ahora no, su atención es otra: los ventiladores giran lentamente y ella mira el techo.


El Centro Histórico me gusta por intenso, por ser el crisol donde se funden muchas culturas y subculturas. Observo al metalero, al travesti, al policía, a la mesera, al indigente y al perro de la calle. Ella mira en el techo girar ventiladores lentamente y se ríe y un hilo de baba cristalina le cae por la comisura de la boca. Le limpio con una servilleta y descubro que una señora en la mesa opuesta, se sonríe. Le sonrío de vuelta.

Caminamos por la 11 calle y enfilamos al parque central. Caminamos lentamente, empujo la silla de ruedas que no es como tal, se parece a un carruaje para personas adultas. Para bebés grandes. Algo le molesta, seguro es nuevamente la cabeza del fémur dislocado en su cadera que no encaja. Toda una vida en cama tiene sus consecuencias: el ser humano está constituido para estar erguido, no acostado. Nuestros pulmones descansan sobre el diafragma y la gravedad hace su trabajo. Estamos bien.

Ella no, acostada como ha estado desde que llegó del hospital ese día de Enero de 1983, el peso de sus pulmones, la posición fetal en que siempre ha estado, le modificaron el cuerpo. El pecho se torció con todo y huesos para acomodarse a ese estilo de vida, la cadera se desvió para ajustar el peso de los muslos inservibles. Así como ella estaba en el vientre de mi madre, así sigue estando. Así estará.

Ya no flota en el protector líquido amniótico donde el universo es oscuro y tibio, acá su verdugo es 9.81 metros por segundos al cuadrado, hacia el centro de la tierra: la gravedad. La terrible gravedad que le modificó el cuerpo y le castiga con dolores en su arquitectura ósea.

Se queja de algo frente a la estatua de Tasso y le aflojo el corsé, el cinturón de velcro y la acomodo. El dolor se desvanece y vuelve a reír. Enfilamos al parque, ahora sí. Entramos al Pasaje Rubio para que vea el desplante de brillantina de las vitrinas de joyerías imposibles y llamativas. Yo me desvivo, miro Jesucristos en oro blanco y ojos de rubí, Guadalupes con manto de pedrería de esmeraldas, anillos de casamiento dignos de narcos o de nacos, cadenas preciosas y ridículas.

Trato que lo vea todo pero ella no, está embobada con ese piso de loza negra y amarilla, un ajedrez inverosímil y no puedo hacer nada para que vea otra cosa, caminamos y lo hago rápido, le gusta la velocidad, la llevo de cabo a rabo en ese pasaje con eco que repite esa risa que tanto conozco y que hace voltear tantas caras; miro sus ojos brillantes y vuelvo a preguntarme lo mismo que cuando yo tenía ocho años: ¿qué estará pensando?


A cada risa de mi hermana, un ciego que vende lotería se sonríe y mira con sus oídos refinados como nos divertimos en el piso perfecto de una construcción vieja y renovada. ¿Qué estará imaginando el vendedor de billetes ciego? Le compro un número entero para el sorteo de este domingo, no ganaré nada porque ese es mi sino, y me dice “me gusta la gente alegre, gracias por alegrarme la tarde”. Ríe y me muestra las encías donde se aferran con las últimas fuerzas, algunas piezas dentales. Este señor morirá, cuando bote el último diente. Lo sé.

Guardo el billete doblado en mi billetera y que sacaré algunos meses después cuando haga limpia de mi vida, cuando saque facturas de bares, teléfonos que nunca llamaré, tarjetas de crédito desgastadas y que mantienen vivo mi nombre en el sistema bancario. La única permanencia cuando uno muere.

Huele a marihuana frente al portal de comercio. Uno chicos muy a la moda esa de pantalones flojos a media nalga, gorras de visera recta y apenas puesta sobre la cabeza, rosarios, fuman mota. Me miran con mi hermana y hacen algún comentario y se me acerca el más grande de ellos, de camisa sin mangas tallada, muestra un prominente vientre y una hebilla que dice FUBU de metal barato, que proviene de alguna fundición china refundida en las afueras de Shangai donde los niños mueren envenenados de mercurio, de cuero de alguna talabartería de Chinautla donde los niños mueren de hambre; bofos brazos tatuados, tenis Adidas. 

Se me acerca y somos diferentes, yo visto el uniforme de trabajo, una camisa blanca de manga corta con los logos de la empresa. Son mi barrio, mis insignias, mis “bombas” esos logos industriales; pantalón de lona y botas de trabajo de punta de acero. Somos diferentes con el grandulón, ambos lo sabemos y se acerca grandote, dando pasos de montaña.


Sin decir nada, me ayuda a cargar la silla, la subimos en la grada del parque y me estira el puño para que le salude. Los chocamos y mueve la cabeza en señal de consentimiento, de solidaridad o algo así. Camina satisfecho el chico, el enorme muchacho de ojos rojos y oloroso a cannabis, le da la mano a otro en el grupo y comentan algo. Una chica en el grupo le da un abrazo. Talvez más tarde asalte a alguien o entre a trabajar al call center, o vaya a la nocturna, o lo maten. El cielo, compadre, va en usted home boy, hommie de la humanidad, hermano.

Quiero que mi hermana mire el Palacio Nacional de la Cultura, la gran Catedral Metropolitana que realmente no es tan grande, el edificio del centro grande como una blasfemia pero mis esfuerzos nuevamente por los suelos. Ella está riendo y se me olvidaba pensar simple: mira a las palomas caminar entre nosotros. Las aves acostumbradas al alimento fácil, se acercan a los humanos para ser alimentadas. Corre un niño y vuelan somatando las alas contra los costados. Ese sonido hace estallar nuevamente la risa de mi hermana.

Pasamos un buen rato sentados en el parque, mirando nada más. Se toma una rosa de Jamaica de un sorbo largo y se le enfría la frente con ese dolor tan particular del exceso. Ojos llorosos y sonrisa de queja, le limpio las babas y le sobo la cabeza y le canto y recuerdo mi vida en el Centro Histórico.

Yo también conozco de excesos, nos parecemos con mi hermana, somos sangre, la misma. A mí me ha dolido la vida por tomarla de un sorbo y fría, me he empinado botellas de llamas. El hielo del licor, vaya fuego que refresca a los que somos condenados. El resultado es el mismo, una sonrisa quejumbrosa y dolor de cabeza. Caminamos de regreso a la camioneta y más tarde la estaré acostando en su cama, su otro cuerpo. Nos vamos siguiendo al sol.

Este es el poema que le escribí a mi hermana. Yo la cargo a ella y ella va en mí.

las tumbas de mañana

sostengo en una mano la violencia y en la otra un vaso
intenten ustedes pasearse por el mundo en esa condición
por eso no puedo hacer cosas llenas de gracia
como reírme con las pláticas triviales y sus transeúntes
realizar genuflexiones frente a dios y las mujeres
las mujeres que me persiguen para descuartizarme el pecho
no
intenten ustedes vivir en este raro odio que tengo por todo
o mi religión por el vaso y su perenne trago
o la bacanal de la violencia, el nunca estarse quieta en mi mano,
o la risa de mi hermana que sale brincando las paredes
cuando no puede moverse de la mordaza de la cama
al escucharla las aves vuelan y ella se con ellas
vuela mi linda, ríe preciosa

martes, 11 de febrero de 2014

TOMÁS DE MERLO NO CONOCIÓ A BALDIZÓN

(Foto tomada de www.PrensaLibre.com)

La semana pasada fue la euforia de las películas de Facebook celebrando 10 años y todos (bueno, una buena parte de la mayoría de usuarios) publicaron sus vidas, un video - que ni es video - sino una sucesión de fotografías compartidas en la red social por cada uno de los usuarios en diferentes tiempos en su perfil.

Pienso que resumir la vida propia de esa forma, es levantar la mano y solicitar trascendencia en medio de la mar. La gota de agua que se sala para destacar en el océano. Pan con lo mismo y revisando los "videos", todos, invariablemente todos, son iguales. No hay nada especial en ninguno.

Cambian los colores de fondo apenas, pero luego la norma es la misma: grupos de gente abrazados, soplando velas, en diferentes lados del mundo, casamientos, bebes, mascotas. Se acabó. Mark Zuckerberg no ganará la Berlinale con esto.

Toda la semana pasada en lo mismo e inclusive muchos obligaban a ver sus patéticas "películas", uniformados, normados, invariables: “¿Ya le diste like a mi video?” Y obligado que es uno, a apachar el maldito botón y luego a recibir la tonelada de mensajes condescendientes sobre la vida sosa de un pendejo igual a mí. Protocolo Facebook, antes era no masticar con la boca abierta, ahora hay que darle “Me gusta” a la publicación ajena, aunque no nos guste, como besar a la tía fea cuando niños.

El comunismo no funcionó como práctica económica y de ordenamiento de la sociedad, pero se aplica a la red social más grande del planeta, hemos devenido camaradas de la superficialidad, compañeros. No me quejo, yo tengo redes sociales y no me molesta, no abogo porque las eliminen y pasen a cuchillo a los fundadores, no se confunda. Son divertidas y son herramientas de comunicación, gracias a ellas usted lee mi diatriba.

Sirven para compartir la felicidad (propia), para compartir la tristeza (propia), para dar buenas o malas noticias (de otros), para criticar (a los otros), para despotricar contra el gobierno (de turno), para lanzar indirectas a la mujer/hombre que les gusta (propia/a o de otras/os) y para gastar el tiempo laboral (de la empresa). Allí nos develamos como grandes conocedores y críticos de arte, políticos y que tenemos talento para el santo oficio medieval al momento de crucificar a quien se cruce.

En ese relajo, sale nuevamente a relucir el señor Manuel Baldizón, ese precandidato presidencial que se ha visto envuelto en polémica por sus supuestas malas juntas políticas y de financistas oscuros (bueno, pero quien se dedique a la política y esté libre de pecado que zampe la primera pedrada) y que se ha autoproclamado un maestro de neuromarketing y demás inventos de marketing, para el marketing político; donde no gana nadie sin un buen marketing, compuesto de especialistas en comunicación neuro y de marketing. Se me hizo falta algún marketing por allí, pues lo agrego acá: marketing.

Baldizón que aun no se sienta en el trono presidencial y la polémica le persigue porque ha demostrado ser un ídolo de barro en materia de conocimiento: los títulos que le validan como licenciado, magister o doctor, parecen ganados en una sorpresa de cumpleaños, uno. Otro le salió en una promo de cereales. Y el doctorado, parece que juntó las tapitas marcadas e hizo la palabra D O C T O R y el camión repartidor se lo dio de la misma mano de una edecán con dolor de tobillos de andar entaconada. Ahora las tesis con que se titula, salen a revisión pública y tiembla él. Y el resto de profesionales porque es una práctica muy común, es la verdad. Inclusive Borges el ciego nos habla de Pierre Menard, autor del Quijote, quien se dedica a escribir palabra sobre palabra tal obra de Cervantes, haciéndola pasar por propia para demostrar que el arte se repite eternamente y puede coincidir letra sobre letra, en un texto ya escrito. Algún Borges lo vuelve a hacer en una esquina del universo, o multiverso.

¿Pero cuándo los galones académicos han sido necesarios para sentarse en el trono de esta comedia? Nunca, ya veremos de qué está hecho el departamento de comunicación del todopoderoso partido LÍDER. Quien ofrece diputaciones a figuras de amplio espectro como futbolistas y financistas; mientras tanto publica Campos Pagados en medios de comunicación donde dice que destapar los plagios del susodicho es parte de una campaña de desprestigio. Desprestigio el que Baldizón hace de las instituciones académicas por hacer eso, desprestigio el de las universidades y asesores que avalan tal mentira. Vergüenza señores, eso debería de darles y no atacar la verdad. Goebbles sonríe en la tumba aun masticando la tableta de cianuro.

Mientras esto sucedía en redes sociales - esa especie de activismo de papalina y coca cola frente a la computadora - unos ladrones de arte se metieron a la iglesia El Calvario de Antigua Guatemala y sustrajeron a punta de pistola obras de Tomás de Merlo. Maniataron al sacristán y a desfalcar el templo. Pero con una agenda muy puntual, robaron lo más valioso. Fueron seis las pinturas de Merlo (La Oración en el Huerto,  La Flagelación,  La Piedad, La Coronación de Espinas, Jesús ante Caifás y la negación de Pedro, El prendimiento de Jesús y la curación de Malco. Fuente Prensa Libre.), estas pertenecen a la serie La Pasión. Invaluables en el sentido de patrimonio cultural nacional pero con un precio para coleccionistas inescrupulosos y corredores de arte de poca madre. De paso, los ladrones, cargaron también con copones y demás parafernalia sacra.

El robo de arte es una actividad muy lucrativa que definitiva e inexorablemente está arraigada en las clases altas dado la demanda de piezas de época para adornar sus casas, o bien, para sacarlas a colecciones privadas en familias de abolengo de la región. Muy católicos ellos, pero más cercanos a Iscariote, el colgado. Fariseos. Sin oferta no hay demanda y viceversa. Nuestra clase rica, apoderada, adinerada, los históricos de la fortuna, han tenido una visión paternalista acerca de qué es bueno para el país a costa de lo que sea. No señoritos, no se confunda, no estoy diciendo que son los causantes de que Guate esté como esté, pero culpa hay en todos y máxime en la forma de conducirse: creerse ser dueños de las decisiones para “mejorar” un país. La compra de arte robado es una práctica muy común en esos círculos y este robo dirigido y orquestado, un golpe maestro al patrimonio cultural de un país, duele. Es obligación de todos denunciar, pero principalmente ustedes galeristas, corredores, compradores, conocedores, de dar alarma de dónde se encuentran dichas obras. No hay que ser como los políticos que con una jugosas comisión, ejecutan el pase de los tres monos sabios.

Guatemala pierde la mitad de una serie de pinturas únicas, obras maestras barrocas. Es comparable señores, a que si partieran el Gran Jaguar a la mitad. De ese calibre es la pérdida de patrimonio cultural. Mientras tanto, para hoy, la euforia de las películas FB ha pasado. Baldizón se encamina tambaleante a la presidencia y alguien cuelga, trofeo de la ignominia, seis cuadros para deslumbrar a sus invitados. ¿Se acuerda de la escena de 300 donde Leonidas manda por un pozo a los invasores gritando This is Spartaaaaa!? Exactamente así estamos acá: Esto es Guatemala y el resto caemos en la oscuridad.


(Si tienen información, pueden denunciar a Fiscalía de Delitos contra el Patrimonio Cultural de la Nación del Ministerio Público. Teléfono 7934-6599)


martes, 4 de febrero de 2014

EL LOBO DE WALL STREET, O THE GREAT OF WALL STREET, O THE WOLF GATSBY


Martin Scorsese tiene esa violencia tan barrio, tan minoría inmigrante que se devela un cautivo por la subcultura de la barriada, la mara, los pequeños grupos delictivos que controlan grandes porciones de negocios supuestamente legales.

No le creo del todo cuando hace historias infantiles como la maravillosa Hugo que logró un mundo de fantasía a partir de la vida del cineasta Méliès; eso sí, cuando se trata de plasmar la vida de los italoamericanos y la violencia alrededor de ellos, es un maestro. Un maestro del cliché porque dudo que todos sean asesinos en potencia comedores de espagueti.

Por eso, enfrentarme a The Wolf of Wall Street fue una sorpresa porque acá la firma Scorsese de la violencia sigue vigente pero dejó las balas por las situaciones inverosímiles de fiesta y excesos de otra minoría estadounidense pero igual de cutre: los corredores de bolsa de New York.

Retrata el hambre de un tipo por hacerse primero de dinero y luego de poder. El protagonista es Jordan Belfort un bróker venido a menos en las grandes ligas que encuentra su nicho de mercado en las acciones de a centavo, suficiente para hacerse de dinero a costa de estafas y malversaciones de bolsa de valores.

En esta película es interpretado por el muso de Scorsese, Leonardo DiCaprio quien nos ofrece un tipo adicto al poder, al crecimiento de una empresa ultra rentable, fundada en la estafa a la clase obrera y en ricos incautos. No se dispara una sola bala en las casi tres horas de producción, pero el ambiente es de una violencia psicológica que una balacera hubiera sido excesiva. Como vivir en Guatemala y eso ya no es patria del entretenimiento, sino de la angustia.

Verle a DiCaprio como director de la banda del infierno me ofrece una versión más real del papel que hizo en The Great Gatsby, todo meloso y plástico como suelen ser los delirios de Baz Luhrmann – pero preciosos, eso sí – del magnánimo Jay Gatsby que se antepone al megalómano de Jordan Belfort.

Entre estos dos personajes se narra la caída en picada del sueño americano, Jordan Belfort es Jay Gatsby en drogas, en medio hay dos guerras mundiales y petróleo. Nos muestra a distiempo, sentencia talvez, que todo lo bueno termina y “hasta la belleza cansa”, como diría mi maestro José José.

DiCaprio se ha develado como un tipo brillante a la hora de personificar seres torturados y la cara bonita que era, es hoy un lienzo en blanco para colocar las emociones más duras, el desplante más cínico, los excesos maravillosos del infierno que es el ser humano. ¿Merece un Oscar? Nunca. Hizo Titanic.

Es un filme emocionante, sin duda, pero no deja de darme ideas de las réplicas que se intentará hacer de esta película en las altas esferas de chicos que más que buscar dinero - que lo tienen - querrán ser los Belforts de las fiestas.

No tome mi crítica en el sentido moralista, sino en el sentido de la influencia de un estilo de vida displicente hacia todos aquellos que no son iguales a ellos, o fuera del círculo. Los mirreyes del exceso, del fracaso nuestro como sociedad, la impronta cosificación del otro, el lumpen del oro.

Será gracioso ver a los formadores de opinión política de este mi país que quieren meter su cuchara hasta en esferas que no entienden, como la cultura, como condenan este tipo de cine al ver las tomas de la actores inhalando cocaína, defenestrando al prójimo, cero ética laboral, sexo puerco e intenso.

Al criticar ese estilo de vida, no caen en cuenta que ellos mismos son los que propiciaron ese ambiente al pasar encima de toda ley humana y divina que se haya creado o creará. No entienden tampoco que hay potros que no se atan y que queman las riendas. Es natural y poco se puede hacer para meterlos en la gris bolsa de la normativa.

Mientras ellos se somatan el pecho, sus juniors juegan a ser el canchito DiCaprio y se lanzan en picada a una ciudad que toma lo que sea al costo que sea. Hasta ganas de aullar me dieron, old sport.