jueves, 28 de junio de 2012

NIHILISMO 102


Es antes del amanecer y el frío aun no se termina de ir con el sol bostezando. Mi padre ya prepara todo para un día de trabajo, mis hermanos aun se quitan una a una los cheles de los ojos, cadáveres de los sueños que nacieron y murieron en su cabeza antes de siquiera imaginar que se pudieran convertir en realidad. Ellos se quieren ir a Estados Unidos con los primos.
La casa huele a humo del poyo y la olla de barro, mi pelo largo lo tengo recogido y metido en el huipil, si algo no soporto es que se me ahúme y mi madre me molesta tanto diciendo que ese olor demuestra que una mujer sabe tortear, preparar frijoles y hacer café. En la montaña todo es tan simple y frío.
Mis hermanitos pequeños allí están mocosos con sus botitas de hule, yo odio usar los caites porque me hacen callo en el talón y quiero mis pies suaves, pura miss, como si fuera modelo, pero no me compran nada, apenas esas sandalias de hule que me marcan lo blanco de mis pies. Hoy cumple 15 años y hay misa el domingo.
Mi padre no dice nada, gruñe para pedir las cosas y puedo verlo con sus manotas ajadas, ásperas de sobar el azadón, la pala el mecapal. El hacha que parte troncos y blande cinchos. Mi madre va al mercado y yo no sé si soy feliz. Apenas si puedo leer y escribir. El lenguaje es un amor desconocido, un enamorado torpe.
Tengo mi novio que me dice que soy bonita y dejo que me bese el cuello y me mojo acá abajo, y me mete el dedo y realmente me aburre todo eso. Es apenas en el bosque, en la montaña donde todo está verde y frío y la gente hace reverencias y el costumbro donde yo me voy a ir a quedar para siempre.
Por eso hoy, que toda la familia vamos al campo a trabajar, yo hice el almuerzo. Le eché al caldo de frijoles la botella de glifosato para matar el monte. Mi hermana grande se mató el año pasado tomando el veneno y nos hace mucha falta. Por eso hoy, me llevo a la familia completa para irla a visitar y quedarnos juntos allí en lo verde y lo frío. Una montaña de muertos como muchos antes, como muchos después vendrán.

miércoles, 20 de junio de 2012

NIHILISMO 101



La vida se ha reducido a esto. A ver quien mea por mí en la siguiente toma de muestras de la empresa para que no me echen como han amenazado algunas veces antes, todas las veces anteriores, siempre. Es meterse cocaína tres noches a la semana y cinco el día de pago. Es ver transitar las caras como un carrusel de fantasmas en la oficina, espectros que se quejan y relinchan o lloran y desaparecen con sus bocas contritas de dolor. Nada me cambia ni este mundo ni la violencia que tanto la busqué y nunca la encontré. Pero ahora me lleva de la mano por estos caminos gastados. Aquí huele a Sid Barret.

Tres divorcios y mi mejor amigo es mi abogado. Mi abogado que se ha cogido a mis tres ex para mejorar las condiciones de pago. Todas quieren que les de dinero a cambio del trato, del intrato sufrido, de la ausencia. Necesitan ser retribuidas de algo que no entienden y yo metido en la literatura como si no hubiera mañana y corrigiendo textos que no son míos y viendo la cara horrible de mal cogida de la secretaria, y peor aun, imaginándola como una futura esposa. Alguien a quien dañar.

La música me ha tomado de rehén. Cuando duermo lo hago escuchando boleros, lastimeros boleros de cuando vivía con la abuela y el abuelo ausente, puteando y borracho en las calles, y mi abuela acostada abrazada de un breve radio de transistores que susurraba boleros y dolientes canciones de desamor y la vieja lloraba (supongo) su maldición allí con un nieto de lentes que le daba morbo ver la carne colgada de la carnicería.

Cuando duermo boleros, cuando me despierto rock, cuando voy al trabajo rock, cuando trabajo rock, cuando regreso rock, cuando chupo rock, cuando estrello vasos en la calle soy el rock. Eso me va a llevar a la tumba, la estridencia, la mala voz. Todo. Hice de todo y no serví de nada. Ayer un marero me quiso asaltar y me ayudó con dos quetzales para el pan. Le doy lástima a los ladrones, yo debería ser sujeto de campaña política.

“Miren a esta mierda”, y me suben a la tarima. “¿No les da pena ver el estado de un cualquiera sacado de la calle? Miren cómo se viste, miren los ojos inyectados de sangre, miren ese aliento a licor, los dedos amarillos de tabaco y el cincho flojo de la desnutrición. Mírenlo.” Y la gente estúpida comiéndose un sándwich mientras me mira con el hocico lleno y sorbe fresco directamente de una bolsa sucia.

Me bajo y me dan Q500 para que me vaya y hasta el otro fin de semana y me alcanza para cuatro colmillos y un pulmón. La vida seguirá dura, insoportable, mientras corrijo lo incorregible: cómo escriben los periodistas de este maldito país.