Me había hecho el firme propósito de no escribir sobre la navidad y esta época tan descerebrada, pero ni modo, en el espíritu de lo sucedido el sábado no me quedó otra que hacer mi especial Antinavidad.
Cuando era editor de Monitor, una revista de cultura urbana como pocas, teníamos la alegre tradición de hacer un especial en contra del desmadre navideño y le llamábamos cariñosamente el Antinavidad, que no era más que un compilado de sagacidad literaria, irreverencia periodística y diseño requetechingón.
Solventada la duda vamos a los acontecimientos: Fue un fin de semana intenso. Mucho tráfico y las compras navideñas. El comercio trasnochando y los convivios. El sábado tuve tres de los cuales no me hubiera gustado perderme ninguno pero por cuestiones del altamente encabronante plan luciérnaga de carretera a El Salvador, sólo pude asistir a dos.
El primero era con mis amigos de siempre, el club, la logia, la manada, el grupo de escritores contemporáneos: Ronald Flores, Alan Mills, Javier Payeras, Luis Alejos, Luis Méndez, Lorena Flores, Michelle Juárez, Sthepanie Falla, una amiga de Michelle que cae muy bien pero no me recuerdo de su nombre, Juan Pablo Serrano, su novia (soy malo con los nombres), Cristina y yo; todo bien organizado por el anfitrión, Julito Serrano. Nos hizo falta el Pancho Méndez.
Si algo cae bien de estas épocas es comer decentemente, cosa que hicimos, una pierna de cerdo (el animal más delicioso sobre la faz de la tierra, que le gana por una nariz a la vaca... lástima por los vegetarianos que no saben lo que se pierden) con su respectivo gravy; arroz con un tipo de monte que le daba un rico sabor, ensalada de frutas con marshmellows que me hizo pensar en lo bueno de la vida, pan dorado con semillas de amapola y un rico Blue Nun blanco y frío.
Hablamos de todo, pelamos gente, cantamos, recordamos y básicamente nos cagamos de la risa. Tom Wolfe hubiera estado orgulloso de vernos y por cierto que se los recomiendo para que lo lean, ayuda a bien pasar estas fechas.
Luego el retorno de hora y media hacia la ciudad (fue allá por San José Pinula), llegué casi a la una de la madrugada a la casa de Luis Villacinda donde se estaba llevando a cabo el convivio de los ex monitores, bastante animado entre tragos, baile y otros souvenirs. Me puse al día con mis otrora compañeros de trabajo y revivimos tiempos pasados, compartimos planes a futuro y la pasamos muy bien. Fue un gusto verlos a todos, o a casi todos.
El tercer convivio era el cumpleaños de mi buen amigo Maco Pineda, conceptualizador del proyecto Evilminded, baterista talentoso que solía reventar parches con Domestic Fool. Desde acá mis sentidas disculpas por faltar a tan magno evento y perderme el concierto que se hizo en su casa, entre amigos y buenos tragos, mientras a diez kilómetros de distancia "El Cangri" hacía bailar a toda una generación de chapines entre fresas, mareros y demás especies urbanas.
No me extraña que hasta un rockero de hueso negro se haya tragado sus palabras y bailado toda la noche con su novia al ritmo de Daddy Yankee. Amo al reaggetón tanto como amo la música de los 80´s, ambas me hacen bailar y me ponen de buen humor. Rockeros neandertales, sufran o crezcan.
Hoy domingo a trabajar porque apremia un pinche proyecto urgente como todo trabajo. Afuera pasan las posadas y me sorprende la cantidad. Me recuerdan a mi infancia y el desmadre con que apaleábamos las pobres conchas de tortugas mientras cantábamos coritos navideños frente a los nacimientos gigantescos de mi niñez. Ahora son más pequeños, aunque no estoy seguro si dejaron de serlo porque crecí lo suficiente.
¡Por cierto! Se me olvidaba comentar que el viernes pasado fue otro convivio, el del Centro Cultural de España. Lo hicieron temático: emularon una feria. Hubo lotería con premios, ponche con guaro, shucos, paches, tamales y algodones de azúcar. Comentábamos con Paulo Alvarado que cuando un fenómeno social tan natural como una feria es sacada de su contexto y llevada a un lugar como el CCE, en este caso, todo se vuelve novedad.
Muchos de los asistentes comentaban de lo lindo de las tradiciones y mirá que curiosos los cartoncitos de la feria! Hay no... tenía rato de no comerme un tamal! Tan ricos los shucos verdad vos! Y cosas por el estilo que la verdad eran realmente ridículas viniendo de la trompa de un chapín o chapina, que por muy emperifollados que anden que se dejen de mierdas que ahora les sorprende la esencia de este país. Vale por los extranjeros porque ni modo.
Luego el parrandón del CCE cerró con broche de oro al contratar al Grupo Tabaco (creado por uno de los fundadores del Grupo Rana y La Gran Familia), uno de tantos que se dedica a la música popular como merengue, salsa, cumbia, pop, etcétera. Y tenía rato de no asistir a un evento con música en vivo y fue realmente agradable sudarme toda la camisa al ritmo de la música y emulando los pasos de los coristas del grupo muy particulares. Bailé como descosido y quedé como fanático de Tabaco que realmente son buenos y si tienen oportunidad y el dinero ¡contrátenlos! (y me invitan...).
Un grupo de intelectuales se reía al vernos bailar a los que tomamos la fiesta en serio y seguramente hacían comentarios como los anteriormente descritos. Me puse a pensar que ese tipo de persona en particular, que se calza la playera de intelectual a fuerza de muladas, no es más que un dinosaurio marxistoide con mucha flema que vive de incendios pasados, o de glorias propias o ajenas. Y regularmente son ajenas. Ni tampoco son glorias. Gracias Tom Wolfe y Dietrich Schwanitz por la iluminación.
Pero afuera de los siempre alegres convivios, estas fechas se vuelcan ahora entre trabajo y una nostalgia perra que me tiene muerto. Extraño a mi hijo y quiero verlo en este momento, jugar sus juegos extraños donde me cuenta de sus amigos invisibles (el poema de la semana pasada es parte de un libro dedicado a él) y yo tratar de engatusarlo con el ajedrez y enseñarle ese fantástico juego que me encantó por noches enteras. Simplemente quiero abrazarlo y me duele no estar con él.
Así que mi Antinavidad ha variado mucho, acaso ya no tengo la rabia ni la irreverencia de antes ya que me veo inmerso con mi niño en la cultura navideña y la negociación de los regalos, la foto con Santa, la parafernalia de época y mi discurso no es el mismo, me repito frente a las cajas registradoras mientras entrego billetes. Me siento cansado y ahora tomo Lanzopral para la acidez.
Y la parte de los odios: el tráfico, la gente, los superprecios, faltan tantos días para Navidad, Santa Closes de colores, gomas, billetera que adelgaza, panza que crece y una sensación de no-pertenencia que no puede con nada. Acaso con un abrazo y un beso de la mujer que siempre he querido.
Así que si ya no escribo nada por el resto del año, un abrazo a todos ustedes que son como mi familia. Diviértanse porque luego viene la cotidianidad y enero es el plato horrible y necesario. ¡Tres veces salud!