viernes, 21 de diciembre de 2007

ASILO


Por cuestiones ajenas a mi voluntad me vi dentro de un asilo de ancianos en la zona 11. Le tengo una especie de fobia a todas esas cosas o que se le parezcan, ya sean hospitales, internados, centros de rehabilitación. Todos cárceles.

Y vaya que sí. Llegar a la tercera edad es estar preso en un mundo raro, dijo Vicente Fernández. En estas fechas esos lugares se llenan de personas arrugadas y con un lastre de vida que aun no distingo la bendición de la maldición.

Ácido, ingresé y sin ver a ningún lado, inmediatamente me dediqué a hacer llamadas por mi celular, esquinado, opaco, sin ganas de hacer contacto visual y tener que soportar algo que no sabía bien que era. Me gasté mi agenda de posibilidades y ni modo, el trámite se llevaba más del tiempo esperado, además que la vista del jardín ya me había aburrido, y me di vuelta presto a enfrentar mi destino.

Oh sorpresa. Ninguno de los ancianos corrió a hablarme, nadie me miraba, nadie miraba a nadie, todas miradas perdidas. Me intrigué. A los minutos de observar, caminé un poco entre la sala y yo era un fantasma, conciente de mi sola existencia, los otros ni enterados.

Tranquilos, obnubilados, los imaginé bajo los efluvios dormitantes del Alprazolán o el Valium. Seguramente. Le dije un buenas tardes a un señor de boina café y evidente Parkinson en sus pequeñas manos (es cierto, nos encogemos conforme envejecemos) y me contestó amablemente. Era de otro tiempo e hizo una sutil reverencia hacia mí. Puta, ¡hacia mí que instantes antes negaba tres veces!

Una señora me sonrió de una manera tan tierna que estuve a dos respiros de quebrarme. Me tragué el nudo gordiano y le sonreí de vuelta. Conforme avanzaba dentro del asilo, sus salas y cuartos miraba escenas conmovedoras, o al menos a mí me movían engranajes adentro que no sabía que tenía o que simplemente, tenía embodegados. La condición humana cuando decae.

Estar allí era como observar a través del lente del Hubble, se mira estrellas distantes, astronómicamente ancianas y la luz que nos llega es de antaño, nunca la de ahora, porque están a millones de años de nosotros. Observar el universo es estudiar el pasado.

Marchitos. Eso somos, a cada instante, nacemos para eso, para las arrugas y el temblor. Las canas, últimos destellos antes del silencio completo. Estar en un asilo es querer que Dios exista y ansiarlo con todas las fuerzas. Mi Dios, nuestro Dios, es la juventud. Los ancianos están allá, riéndose.

lunes, 17 de diciembre de 2007

ANTINAVIDAD


Me había hecho el firme propósito de no escribir sobre la navidad y esta época tan descerebrada, pero ni modo, en el espíritu de lo sucedido el sábado no me quedó otra que hacer mi especial Antinavidad.

Cuando era editor de Monitor, una revista de cultura urbana como pocas, teníamos la alegre tradición de hacer un especial en contra del desmadre navideño y le llamábamos cariñosamente el Antinavidad, que no era más que un compilado de sagacidad literaria, irreverencia periodística y diseño requetechingón.

Solventada la duda vamos a los acontecimientos: Fue un fin de semana intenso. Mucho tráfico y las compras navideñas. El comercio trasnochando y los convivios. El sábado tuve tres de los cuales no me hubiera gustado perderme ninguno pero por cuestiones del altamente encabronante plan luciérnaga de carretera a El Salvador, sólo pude asistir a dos.

El primero era con mis amigos de siempre, el club, la logia, la manada, el grupo de escritores contemporáneos: Ronald Flores, Alan Mills, Javier Payeras, Luis Alejos, Luis Méndez, Lorena Flores, Michelle Juárez, Sthepanie Falla, una amiga de Michelle que cae muy bien pero no me recuerdo de su nombre, Juan Pablo Serrano, su novia (soy malo con los nombres), Cristina y yo; todo bien organizado por el anfitrión, Julito Serrano. Nos hizo falta el Pancho Méndez.

Si algo cae bien de estas épocas es comer decentemente, cosa que hicimos, una pierna de cerdo (el animal más delicioso sobre la faz de la tierra, que le gana por una nariz a la vaca... lástima por los vegetarianos que no saben lo que se pierden) con su respectivo gravy; arroz con un tipo de monte que le daba un rico sabor, ensalada de frutas con marshmellows que me hizo pensar en lo bueno de la vida, pan dorado con semillas de amapola y un rico Blue Nun blanco y frío.

Hablamos de todo, pelamos gente, cantamos, recordamos y básicamente nos cagamos de la risa. Tom Wolfe hubiera estado orgulloso de vernos y por cierto que se los recomiendo para que lo lean, ayuda a bien pasar estas fechas.

Luego el retorno de hora y media hacia la ciudad (fue allá por San José Pinula), llegué casi a la una de la madrugada a la casa de Luis Villacinda donde se estaba llevando a cabo el convivio de los ex monitores, bastante animado entre tragos, baile y otros souvenirs. Me puse al día con mis otrora compañeros de trabajo y revivimos tiempos pasados, compartimos planes a futuro y la pasamos muy bien. Fue un gusto verlos a todos, o a casi todos.
El tercer convivio era el cumpleaños de mi buen amigo Maco Pineda, conceptualizador del proyecto Evilminded, baterista talentoso que solía reventar parches con Domestic Fool. Desde acá mis sentidas disculpas por faltar a tan magno evento y perderme el concierto que se hizo en su casa, entre amigos y buenos tragos, mientras a diez kilómetros de distancia "El Cangri" hacía bailar a toda una generación de chapines entre fresas, mareros y demás especies urbanas.
No me extraña que hasta un rockero de hueso negro se haya tragado sus palabras y bailado toda la noche con su novia al ritmo de Daddy Yankee. Amo al reaggetón tanto como amo la música de los 80´s, ambas me hacen bailar y me ponen de buen humor. Rockeros neandertales, sufran o crezcan.

Hoy domingo a trabajar porque apremia un pinche proyecto urgente como todo trabajo. Afuera pasan las posadas y me sorprende la cantidad. Me recuerdan a mi infancia y el desmadre con que apaleábamos las pobres conchas de tortugas mientras cantábamos coritos navideños frente a los nacimientos gigantescos de mi niñez. Ahora son más pequeños, aunque no estoy seguro si dejaron de serlo porque crecí lo suficiente.

¡Por cierto! Se me olvidaba comentar que el viernes pasado fue otro convivio, el del Centro Cultural de España. Lo hicieron temático: emularon una feria. Hubo lotería con premios, ponche con guaro, shucos, paches, tamales y algodones de azúcar. Comentábamos con Paulo Alvarado que cuando un fenómeno social tan natural como una feria es sacada de su contexto y llevada a un lugar como el CCE, en este caso, todo se vuelve novedad.
Muchos de los asistentes comentaban de lo lindo de las tradiciones y mirá que curiosos los cartoncitos de la feria! Hay no... tenía rato de no comerme un tamal! Tan ricos los shucos verdad vos! Y cosas por el estilo que la verdad eran realmente ridículas viniendo de la trompa de un chapín o chapina, que por muy emperifollados que anden que se dejen de mierdas que ahora les sorprende la esencia de este país. Vale por los extranjeros porque ni modo.

Luego el parrandón del CCE cerró con broche de oro al contratar al Grupo Tabaco (creado por uno de los fundadores del Grupo Rana y La Gran Familia), uno de tantos que se dedica a la música popular como merengue, salsa, cumbia, pop, etcétera. Y tenía rato de no asistir a un evento con música en vivo y fue realmente agradable sudarme toda la camisa al ritmo de la música y emulando los pasos de los coristas del grupo muy particulares. Bailé como descosido y quedé como fanático de Tabaco que realmente son buenos y si tienen oportunidad y el dinero ¡contrátenlos! (y me invitan...).

Un grupo de intelectuales se reía al vernos bailar a los que tomamos la fiesta en serio y seguramente hacían comentarios como los anteriormente descritos. Me puse a pensar que ese tipo de persona en particular, que se calza la playera de intelectual a fuerza de muladas, no es más que un dinosaurio marxistoide con mucha flema que vive de incendios pasados, o de glorias propias o ajenas. Y regularmente son ajenas. Ni tampoco son glorias. Gracias Tom Wolfe y Dietrich Schwanitz por la iluminación.

Pero afuera de los siempre alegres convivios, estas fechas se vuelcan ahora entre trabajo y una nostalgia perra que me tiene muerto. Extraño a mi hijo y quiero verlo en este momento, jugar sus juegos extraños donde me cuenta de sus amigos invisibles (el poema de la semana pasada es parte de un libro dedicado a él) y yo tratar de engatusarlo con el ajedrez y enseñarle ese fantástico juego que me encantó por noches enteras. Simplemente quiero abrazarlo y me duele no estar con él.

Así que mi Antinavidad ha variado mucho, acaso ya no tengo la rabia ni la irreverencia de antes ya que me veo inmerso con mi niño en la cultura navideña y la negociación de los regalos, la foto con Santa, la parafernalia de época y mi discurso no es el mismo, me repito frente a las cajas registradoras mientras entrego billetes. Me siento cansado y ahora tomo Lanzopral para la acidez.

Y la parte de los odios: el tráfico, la gente, los superprecios, faltan tantos días para Navidad, Santa Closes de colores, gomas, billetera que adelgaza, panza que crece y una sensación de no-pertenencia que no puede con nada. Acaso con un abrazo y un beso de la mujer que siempre he querido.

Así que si ya no escribo nada por el resto del año, un abrazo a todos ustedes que son como mi familia. Diviértanse porque luego viene la cotidianidad y enero es el plato horrible y necesario. ¡Tres veces salud!

viernes, 14 de diciembre de 2007

TRATADO DE LOS AMIGOS INVISIBLES 1










(FOTO DE http://anthropik.com/)

siempre amor mío cada pedazo de piel y cabello suelto
los estornudos
gotas de sudor las palabras que canto viajan a ti
a construirme a la par tuya
dejarte las memorias de mis viajes y mis días
de mi sangre marco polo y una loba gitana
lo que pierdo en cada paso viaja en sombras
estoy disperso por el mundo

viajan
a contarte de mi avance y aventura
cuando los domingos sola
te habita otra semana y miras cada ventana de la casa en silencio
escuchas ruidos de aves y sientes la tierra temblar
frente a las manadas de elefantes modernos

y yo lejos con sombrero y remos en las piernas
escapando por túneles de libros rosetas en un cielo que no entiendo
y buscando de nuevo tu rastro amor
mientras un gigante sopla el viento y ríe
con una ternura hermosa y grande como su cabeza
que me gustaría compartir

viernes, 7 de diciembre de 2007

ABOGADO DE PUEBLO


Las paredes blancas y descascaradas, pero el suelo impecable todo gracias a una mujer que afanosamente pasa la escoba y un trapeador por las esquinas de la oficinita. Una Olivetti en silencio a medio escritorio con ¿tres? papeles pulcramente ordenados. Guarda la escoba y se sienta a teclear la máquina. El alto techo retumba con las cabezas de las teclas que graban algún lenguaje notarial.

La gente llega, se sienta en las sillas de plástico y yo recuerdo a Yumila, la gorda y vieja maestra de mecanografía en el colegio. Yo también tenía una Olivetti que le fallaba la ñ y eso me costó puntos de la nota final de ese curso. En vacaciones asistí a clases de meca cerca de mi casa y me gustaba una muchacha más grande que yo y reía al verme, la desgraciada se reía de mí y no conmigo. Haciendo conjeturas sobre su risa, tampoco aprendí mucho del arte de la escritura mecánica.

El abogado es panzón y de camisa amarilla. Combina todo en él, su chaleco de casimir beige, su pantalón café de dos paletones por pierna. Los zapatos cual espejos y una cartuchera de cuero al cinto donde guarda sus anteojos. Casi calvo y espeso bigote, canas en ambos. La gente lo mira como miran al cura: el solventador de los problemas terrenales. Del cura se ocupan mañana, día de La Patrona, la Vírgen de Concepción. Él solventa los del cielo.

Hace tres años mi abuelo se murió de un infarto con sus ojos grandes cafés bien abiertos (¿combinarían con el atuendo del licenciado?) y está enterrado en el cementerio de paredes blancas con mi otra sangre. Todos polvo. Nunca vio la coronación de La Patrona en el campo de la feria, donde una vez a mis ocho años hizo que pararan una rueda de Chicago porque quise bajarme. Ese día supe de mi afrenta con las alturas.

Estoy sentado en esta oficinita y una reja me distancia de las calles del pueblo. Acompaño a mi madre y sus asuntos de futura anciana, otros acompañan para firmar papeles de terrenos, compras de vacas, matrimonios, niños para ser adoptados con todo y sus mocos escurriendo. Ellos son felices, me imagino.

Este vaho y su lluvia negra de hollín me dispara todo. Zafra y el violento sur del país echa a andar. Violento y bello. Mi perfume. El cielo truena en colores y pienso si lloverá. No, son las seis de la tarde y están quemando a El Diablo. Desde que dejé de hacerlo, todo ha sido raro en mi vida. De eso hace 21 años.
(IMAGEN TOMADA DE WWW.DANIGRAB.COM)